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Álvaro Merino, gerente de Estudios de SONAMI

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El Banco Central ha dado a conocer las cifras de Cuentas Nacionales correspondientes a 2018, dato clave sobre la marcha económica del país. La información entregada por la autoridad monetaria es alentadora, pues tras cuatro años de modesto desempeño de la economía, con un crecimiento promedio anual de 1,8%, Chile creció 4% en 2018, registro que no se observaba desde 2013. Desempeño explicado, fundamentalmente, por el impulso de la demanda interna, donde destaca el crecimiento de la inversión.

Luego de cuatro años consecutivos (2014-2017) de caída en la inversión, esta creció 4,7% en 2018, y se espera un incremento mayor para 2019.

Se trata de buenas noticias para el país, porque la inversión que realicemos hoy es la base del crecimiento y del bienestar futuro. De hecho, ha sido la inversión la base de las altas tasas de crecimiento en el pasado. Ello explica que actualmente, Chile tenga un rostro muy distinto al de hace tres décadas atrás. En efecto, en el período 1989-2018, el PIB pasó de US$ 60.000 millones a US$ 300.000 millones, medido en moneda de igual valor, es decir, dólares 2018. Asimismo, las exportaciones aumentaron de US$ 16.000 millones a US$ 75.000 millones, el PIB per cápita se incrementó de US$ 5.500 a US$ 26.000, la pobreza bajó de 45% de la población a 8,6% y los estudiantes en educación superior pasaron de 233.000 a 1.263.000. A la par, la esperanza de vida se elevó de 72 a 82 años en el período. Estos indicadores son una muestra clara, precisa y concreta del impacto económico y social del crecimiento sostenido en los últimos 30 años.

En esta verdadera revolución económica y social que ha vivido el país, la minería ha jugado un rol clave, atrayendo inversiones, impulsando el crecimiento, abriendo un amplio mercado externo y aportando relevantes recursos financieros para el Estado. En efecto,  en estas tres décadas la minería invirtió US$160.000 millones, de los cuales US$100.000 millones aportó la minería privada y US$ 60.000 Codelco, fue precisamente esa cuantiosa inversión lo que permitió que la producción de cobre de Chile pasara de 1.600.000 toneladas en 1989 a 5.830.000  toneladas en 2018. Las exportaciones mineras, por su parte, registraron US$ 10.000 millones en 1989, medido en moneda actual, y en 2018 se elevaron a US$ 43.000 millones.

No cabe duda de que para continuar avanzando por la senda de crecimiento es preciso cautivar nuevamente a los inversionistas y dar un impulso robusto a la inversión. Esto comprende un conjunto de medidas y no una acción aislada en particular. Así, hay que seguir despejando incertidumbres en el ámbito regulatorio, otorgando mayor certeza jurídica, simplificando y acelerando el otorgamiento de permisos. En este sentido es muy positiva la creación de la Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables (GPS). Mientras que en lo tributario, es importante desenredar la compleja normativa impositiva y avanzar en la integración total. Finalmente, en materia laboral, urge adecuar la normativa al siglo XXI y cerrar los espacios a la judicialización de las relaciones laborales.

Confiamos en el incremento de los anuncios de inversión durante 2019, porque Chile continúa siendo atractivo en minería. En esta línea, el informe del Instituto Fraser de Canadá, que mide el atractivo de los países para invertir en minería, así lo corrobora, pues nuevamente sitúa a nuestro país en una posición de liderazgo: sexto lugar entre 83 jurisdicciones mineras. Un indicio de un año alentador, pero que requiere fortalecer el marco institucional, jurídico, económico y político, que son elementos claves en las decisiones de inversión, especialmente en proyectos de largo plazo, como los mineros.

Sin duda es muy positivo para Chile que nuevamente se haya puesto el crecimiento en el centro de las políticas públicas, pues es la vía más expedita para derrotar la pobreza y acercarnos al umbral del desarrollo. En este desafío, la minería tiene un rol clave, tal como lo ha sido a lo largo de la historia del país, a través de la generación de empleo y riqueza, y del generoso aporte al fisco, lo que ha permitido financiar programas sociales que han aumentado el bienestar de los chilenos.

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