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Lunes 03 de Noviembre de 2014.- El sueño profesional de Rafael Villarreal era dedicarse a las grandes construcciones, pero un capricho del destino lo condujo al negocio petrolero. Tres décadas después de ese episodio, lidera la operación de Cerro Dragón, el mayor yacimiento petrolero de la Argentina, un gigante bajo tierra equivalente al tamaño de siete ciudades de Buenos Aires que produce más de USD 7.5 millones cada 24 horas, unos USD 2.755 millones al año (sin contar la producción de gas). Es nada menos que el pulmón petrolero de la Argentina.

Cerro Dragón comenzó a funcionar en 1958, en otra Argentina. El presidente Presidente era Antonio Frondizi y la dueña del yacimiento era la norteamericana Amoco, una empresa ya extinta. Hoy es propiedad de Pan American Energy (PAE), una sociedad conformada por de la británica BP y Bridas, la compañía de los Bulgheroni y la china Cnooc.

Lo único que parece no haber cambiado en tantos años es el paisaje de la superficie: hay más rocas que petróleo en un ecosistema que los especialistas denominan estepa. Desde la economía, sus posibilidades de subsistencia son mínimas. Algunos superficiarios (así se denomina a los dueños de la tierra, que la arrendan a la petrolera) pueden a duras penas criar ovejas. Por un capricho de la geología, 2.000 metros en el camino hacia el centro de la tierra, el subsuelo se burla de la superficie: hay gas, petróleo, y parece que sus volúmenes se incrementan con los años, a medida que la tecnología, la demanda de energía y los precios facilitan la incorporación de reservas.

Villarreal es hoy el jefe Jefe de Cerro Dragón. Está habituado a hablar de números que abrirían los ojos de cualquiera: “El yacimiento tiene 3.480 kilómetros cuadrados, trabajan 9.000 personas de manera directa e indirecta, y se utilizan unas 20 millones de horas hombre por año”, explica.

Desde principios de la década pasada, PAE aplica un modelo de producción a la medida de Cerro Dragón.

Es lógico: se trata de su objeto más preciado. Cientos de especialistas en petróleo, de diversas áreas, le dedicaron miles de horas para entender qué pasa abajo de la tierra. Perforaron gran cantidad de pozos para llegar a producir 16.000 metros cúbicos de crudo a finales de 2011. Pero en octubre de 2012, una facción disidente de la Unión Obrera de la Construcción (Uocra) autodenominada “Dragones” tomó el yacimiento y destrozó algunos equipamientos tan caros como críticos.

Cerró Dragón cerró casi toda su actividad durante la toma ilegal, salvo una parte de la producción de gas, único canal de abastecimiento para pueblos y locaciones a la vera de la cordillera Cordillera de los Los Andes, como San Martín. Las fotos circularon por todo el mundo: tótems hechos con camionetas cuatro por cuatro, algunos derrames y computadoras con miles de conectores hechas pedazos. Para quienes manejan Cerro Dragón, ese desastre no es medida para comparar la catástrofe que sucedió en el subsuelo, donde sólo los especialistas en petróleo pueden ver a través de una mirada compuesta por cálculos y estadísticas mucho más que por la vista misma.

Sucede que la conexión del yacimiento es el resultado de una obra de ingeniería titánica. Pozos y perforaciones conectadas de la manera en que mejor funcionan, en un delicado equilibrio que se puede comparar con la circulación humana. Cuando el corazón se paró, se calló todo. Ricardo Mazzola, otro de los jefes Jefes del yacimiento, lo dice en lenguaje técnico y todavía con cara de horror: “Cuando se cortó el agua, se redistribuyeron todos los fluidos”. Les tomó meses saber qué había pasado abajo de la tierra. 

Golpe de timón 

La producción bajó hasta los 10.000 metros cúbicos diarios, y aún no se recuperó. A fines de 2013 había alcanzado los 14.100 m³, hoy está en 14.700 m³ y, según dice Villareal con mucha precaución, trepará hasta los 15.000 m³ a fin de año.

En otros términos: PAE hoy deja de facturar USD 151.000 por día (si tiene en cuenta la producción antes de la toma con respecto a la actual), una cuenta que anualizada da USD 55 millones. Son dólares que duelen, no sólo para la empresa, sino también para la presidenta Cristina Kirchner, el ministro de Economía, Axel Kicillof y el titular del Banco Central, Alejandro Vanoli, ya que dejan de ingresar por exportaciones.

Recién a finales de 2015, si los fuertes vientos patagónicos soplan a favor, recuperarán el nivel anterior a la toma. Pero no sólo de clima se trata. Este año, PAE pondrá USD 1.500 millones para aumentar la producción. Una porción de esos billetes se destinó a comprar cinco equipos de perforación en Texas. Costaron USD 100 millones pero, a diferencia de otras importaciones, pasaron por la Aduana sin restricciones.

Son posiblemente lo más parecido a un robot Transformer que se pueda ver sobre la tierra. Un operario lo maneja desde una cabina presurizada, para evitar daños en su salud frente a una eventual explosión que se produzca en su viaje hacia las profundidades. Desde un sillón, con un joystick, toma un caño, lo coloca en el lugar correcto, lo enrosca y lo baja. En 15 días habrá hecho 2.450 metros, el punto indicado por los especialistas en perforación. Allí debería haber petróleo. Es uno de los primeros de una lista de 300 pozos que PAE espera perforar anualmente en los próximos años.

La compra de esta tecnología fue posiblemente la decisión más ambiciosa de PAE con vistas a colocar Cerro Dragón, que nunca perdió el liderazgo en materia de producción de crudo, en escalones aún más altos. Desde los Estados Unidos, dos de estas unidades llegaron en abril y otras dos en agosto (un quinto equipo fue a Lindero Atravesado, en Neuquén). Los ejecutivos de PAE no ahorraron elogios para dar la bienvenida a los nuevos equipos de perforación. “Estamos ante un día histórico para la provincia de Chubut, el municipio de Comodoro Rivadavia, para todos sus habitantes y para Pan American Energy”, sostuvo Danny Massacese, director Director de Operaciones de PAE.

La apuesta por las cuatro nuevas unidades implicó un soberbio despliegue humano. Se necesitaron más de 150 camiones para el transporte terrestre, se capacitaron 78 personas en Comodoro Rivadavia, Buenos Aires y Houston (Estados Unidos).

Son unidades automáticas de perforación, con una potencia en el cuadro de maniobra de 1.000 HP y capacidad para perforar hasta 3.500 metros de profundidad. Su alto grado de automatización permite, según la empresa, incrementar la eficiencia de perforación, reducir los riesgos de accidentes, mejorar el uso de la energía y reducir el impacto ambiental por la disminución de emisión de gases y por la configuración ecologizada de las cargas.

En una industria en la que la cantidad de equipos de perforación empleados es casi un sinónimo de mayor producción, la compra de esas unidades implicó un aumento de un 33% en las unidades disponibles en Cerro Dragón, donde ahora funcionan 16 equipos de perforación. Habrán hecho su trabajo si, a fines del año próximo, permiten alcanzar los números que Villarreal tiene hoy en la cabeza.

Revista Petroquímica - Sin Editar

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