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Diego Lizana, Director Ejecutivo de AChEE

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La minería sustentable sí es posible. Si trazamos un horizonte hacia donde queremos llegar como país en materia de sustentabilidad, podremos lograr de una vez por todas cambiarle la cara a la minería, demostrando que se puede aportar económicamente al país, minimizando el impacto actual y principalmente futuro.

Hace años que venimos escuchando el término de minería sustentable de parte de distintos actores del sector, pero basta con ver los problemas ambientales en que se ven enfrentados y falta de compromisos reales por mejorar los pilares de lo que podría sostener en el tiempo esta terminología para darse cuenta que como país nos falta bastante.

Al analizar los principales impactos o conflictos asociados a la sustentabilidad en los que la minería se ve envuelta, se identifican el uso de agua continental y su competencia con el uso humano, uso de energía convencional altamente contaminante y, por supuesto, la ineficiencia en el uso de esta energía que no solo causa una mayor generación del recurso, sino que eleva los costos de producción al punto de poner en riesgo operaciones de menor tamaño.

Si nos proyectamos hacia el año 2030, la minería en su totalidad deberá abastecerse de agua de mar; privilegiando el uso de agua continental para cultivos y consumo humano. Este tremendo desafío nos obliga a pensar que tendremos que movilizar agua desde el nivel del mar hasta 4.000 o más msnm, proceso que si bien en este momento tecnológicamente es viable (y algunas compañías lo hacen), los paradigmas, la falta de innovación y otros temores internos, impiden que este tipo de proyecto sea abordado de manera holística, abasteciendo la necesidad actual pero con mirada de futuro sustentable.
Por qué no pensar en la coordinación de la industria para la conducción de agua a distintas faenas sin necesidad de construir ductos individuales que incluso se intersectan durante su trayecto duplicando costos de construcción, operación y mantención y, por sobre todo, evitar la temible permisología a la que la minería alude recurrentemente.

En el mismo horizonte de tiempo, la minería podría ser abastecida en su gran medida por fuentes de energías limpias, principalmente renovables, con valores predecibles y estabilidad en los costos de producción que los impactos de los ciclos económicos se verían minimizados al tener un mayor control sobre este insumo clave.

Respecto a mejorar la gestión de energía, la gran oportunidad está en aquellos procesos que aún no se construyen o los que van a ser modificados en el futuro, como sistemas de automatización y control con monitoreo e intervención remota, equipos seleccionados con criterio de optimización de energía durante su vida útil (y no solo de inversión inicial, como es actualmente), correas que recuperan energía, bombas de calor que extraen el calor de la tierra o de procesos excedentarios, motores eficientes que ocupan hasta un 30% más de cobre, energía solar para procesos intermedios como calentamiento de agua, calefacción, entre otros.

Posibilidades hay, para ello debemos romper el esquema de cómo estamos enfrentando y haciendo las cosas para generar estos cambios, mesas de trabajo, desarrollo e innovación, apertura a querer modificar procesos tradicionales y, en definitiva, aprender a gestionar el recurso energético de manera distinta.

Diego Lizana, Director Ejecutivo Agencia Chilena de Eficiencia Energética (AChEE)

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