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Colombia

14 de Septiembre de 2012.- El país de los demás es un retrato caricaturesco y mordaz de un paraíso selvático que se vende a cualquier postor. Con sarcasmo e ironía, Fernando Arias aborda el tema de la minería en Colombia y su devastador impacto sobre el medio ambiente. Por medio de la instalación, el video y los juegos de palabras, el artista denuncia “una Colombia que parece siempre dispuesta para entregarse sin reparos al más mediocre y mezquino de los precios”, como dice María Belén Sáez de Ibarra, curadora de la muestra.

La palabra Columbia, pintada con las populares letras blancas de Coca-Cola, resalta en una enorme y resplandeciente pared color oro. “Así nos ven en el exterior. Es una nueva imagen gráfica para etiquetar a un país que está servido en abundancia y riqueza para los demás”, señala Arias, quien además de comprometerse con los temas ambientales, ha cuestionado con una mirada crítica y aguda los valores establecidos por los poderes político y religioso.

Una cuerda roja, que simula las cintas que custodian las más preciadas obras de los grandes museos, ocupa todo perímetro de la sala en extraños recovecos. Es el mapa de Columbia. “Esa gran obra de arte que es nuestro país, que sólo unos pocos controlan y desangran, y a la que no podemos acceder los colombianos”, apunta.

En otra pared de la galería cuelga el escudo nacional hecho en bronce, donde unas águilas negras han desplazado al cóndor. “Es una caricatura de esa Colombia que nosotros poéticamente pensamos que es. Propongo desde mi conocimiento de la imagen gráfica un nuevo escudo que esté más cercano a la realidad donde las aves de rapiña que lo devoran todo”, asegura Arias.

Otra figura de bronce que dice “Sale”, asociada a las rebajas que hacen las grandes tiendas norteamericanas, donde la gente se aglutina y riñe para obtener las mejores gangas, es otra de las piezas que usa para referirse a la venta de licencias para la explotación del petróleo, oro y otros recursos minerales. “Propongo al gobierno que adopte la imagen de ‘Sale’, inspirada en el famoso signo Love (Robert Indiana, 1975), para que la utilicen en su campaña promocional”, comenta el artista, que creó este logotipo para ilustrar cómo se regala el país.

En el segundo piso de la galería, Arias creó un espacio que imita la entrada de una de las salas del Museo del Oro, pero que su interior esconde objetos, imágenes, cifras y sonidos que recrean el horror y la perversidad de la locomotora minera. En vez de pedirle a María Belén Sáez que escribiera un aburrido e incomprensible texto curatorial, Fernando Arias le pidió que hiciera un texto que complementara el sentido de la exposición.

El resultado fueron dos textos que pueden leerse en las paredes de esta última sala y que dan cuenta de las dos versiones del asunto: “Colombia”, el texto oficial y “Columbia”, un poco más controversial:

“Gracias a su ancestral cultura indígena, Colombia aprendió a manejar y respetar la tierra. Formas diferentes de vivir y pensar existen en Colombia junto a su inmensa biodiversidad. Hay de todo para todos”, dice el texto, que bien podría aparecer en uno que otro museo o en algún libro de texto de colegio.

“Gracias a la privilegiada condición minera, Columbia aprendió a explotar al máximo sus recursos con la asesoría de expertos internacionales que provienen de países que trasladaron su propia minería a los territorios del tercer mundo. Aquí todos hacen lo que quieren y hay de todo para los demás. Columbia es un paraíso minero sin dueño que vive de la rapiña y es feliz con el vacío de la nada que sobre yace el subsuelo minero”, dice la contraparte.

Una última vitrina en penumbra contiene abandonada en el suelo una reluciente pieza bañada en oro de 18 kilates, incrustada con diamantes, rubíes y esmeraldas. “Es la representación de cómo tratamos a este país de grandes riquezas naturales. Ahí está, como esa pieza en la vitrina, tirado como una mierda”, resume Arias.

El Espectador
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