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Guatemala

27 de Septiembre de 2012.-  Existe un ataque ideológico y sistemático contra la minería en Guatemala y en otras partes del mundo. Estos ataques están llenos de falacias que provocan miedos infundados en personas que de buena fe se los creen.   

Lo mismo pasa con el medio ambiente; hay opiniones apasionadas basadas en temor y no en hechos reales y ciencia. La ciencia no es una cuestión de opinión de las mayorías; no es democrática. La ciencia es o no es. Se basa en evidencias y debemos ser precavidos con las interpretaciones especulativas y no imaginarias.  

Si tratamos de ser objetivos veremos que la minería en Guatemala, sea la que sea, conviene para ayudar al país a lograr un crecimiento económico mayor y una mejora del nivel de vida de sus habitantes, especialmente los que viven en las zonas donde se llevan a cabo los proyectos mineros. Esto no significa que en el pasado hubiera problemas de contaminación en algunas minas y lugares en el mundo entero. Pero hoy en día, la presión de la gente, la relativa mayor escasez de los recursos y las nuevas tecnologías permiten que los residuos y desechos que podrían contaminar ya no sean un problema. Ahora se manejan adecuadamente permitiendo que la minería sea una industria más limpia y eficiente que no se diferencie mayor cosa de cualquiera otra.

La historia de la humanidad no podría explicarse sin relacionarla con la minería. Desde su inicio, el ser humano ha estado explotando los recursos naturales no renovables, pues le facilitó e hizo la vida más cómoda. Primero con piedras que convirtieron en herramientas para cazar y defenderse durante el período Paleolítico, Mesolítico y Neolítico, conocido como la Era de Piedra. Aparece luego el cobre (Era de Cobre) que permitió una mejora enorme en las herramientas de todo tipo en el 6000 A.C., luego el bronce (Era de Bronce) en el 2500 A.C., el hierro (Era del Hierro) en el 1000 A.C., el carbón en el 1,600 A.C., el petróleo hace apenas aproximadamente 152 años, la electricidad hace 137 años y la energía atómica hace 67 años.  

En los últimos doscientos años, coincidiendo con el pleno desarrollo de la Revolución Industrial, el mundo ha tenido un crecimiento poblacional y de nivel de vida sin precedentes en toda la historia de la humanidad. Matt Ridley, en su libro El Optimista Racional nos cuenta que “Desde el año 1800, la población del mundo se ha multiplicado seis veces, la expectativa de vida se alargó más del doble y los ingresos reales se han multiplicado en más de nueve veces.” Estos hechos son reales, comprobables, y se han logrado gracias a la creatividad del ser humano, a su capacidad de explotar recursos naturales, tanto renovables como los no renovables. La gente vive mucho mejor ahora que en el pasado y nadie puede negarlo objetivamente.

Los frutos de la minería han permitido un mayor nivel de vida en toda la humanidad. Todos los días usamos productos procedentes de minas y canteras, como el hierro, cobre, zinc, aluminio, plata, oro, y muchos otros más; usamos energía a base de carbón, derivados del petróleo o agua, que implican explotaciones tecnológicas y estos recursos. Nuestras casas y edificios, por ejemplo, están llenos de los productos de minería de canteras, como arena, cal, piedrín, cemento y de minería de metales, como el hierro, acero, zinc, cobre y otros más.  

Podría seguir con una infinidad de cosas que son producto de la creatividad humana que genera riqueza y uso de la tecnología. El ser humano explota inteligentemente los escasos recursos no renovables, ofreciéndolos al menor precio posible al colocarse el sombrero del productor. Pero lo hace porque existe una demanda cuando la gente se pone el sombrero de consumidor. Todos ganamos.

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