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Colombia

28 de Septiembre de 2012.- Para el 2011, la industria mineroenergética pesaba el 13,5 por ciento del PIB colombiano, solo superada por el comercio y los servicios, y fue receptora de 8.155 millones de dólares de IED.

Recientemente, desde todas las orillas ideológicas se siente la preocupación y, en muchos casos, la satanización de la industria minera en el país.

Esto conlleva a la pregunta de si en verdad la minería es la ‘locomotora’ a través de la cual se podrá lograr la ‘prosperidad colectiva’.

No es coincidencia que desde que el Gobierno Nacional fijó su visión de la industria minera como una de las ‘locomotoras’ responsables del desarrollo económico y social del país, no pase un solo día sin que se haga algún pronunciamiento sobre este trascendental tema.

Sin embargo, esta avalancha de opiniones ha logrado generar más confusión que información, al punto de que hoy un ciudadano del común no sabe a ciencia cierta si de verdad esa ‘locomotora’ será una verdadera herramienta de desarrollo.

Por ende, es indispensable volver a revisar por qué se ha calificado el sector mineroenergético como ese tren al desarrollo.

Para el año 2011, la industria minero- energética pesaba el 13,5 por ciento del Producto Interno Bruto colombiano, solamente superado por el comercio y los servicios, y fue receptora de 8.155 millones de dólares de Inversión Extranjera Directa, es decir, cerca del 61 por ciento del total de lo recibido para todos los sectores de la economía.

Pagó cerca de 4,4 billones de pesos en impuestos y 9,7 billones en regalías. Aportó cerca del 70 por ciento del total de las exportaciones colombianas, y no solo empleó cerca de 250 mil personas, sino que aumentó su nivel de empleabilidad en un 8,84 por ciento, convirtiéndolo en el sector más dinámico en empleo, tanto en los grandes centros poblados, como dentro de la población vulnerable y en zonas remotas del país.

También fue el sector líder en la compra de bienes y servicios de otras industrias, y, como si fuera poco, realizó unas muy cuantiosas inversiones sociales en cada una de las regiones donde operan por varios millones de dólares.

Bajo este panorama, no es extraño que al sector mineroenergético se le haya catalogado como una de las locomotoras del desarrollo.

Pero todo esto no fue una casualidad ni un esfuerzo aislado. Por eso, debemos reconocer a las empresas y sus equipos de trabajo que han estado detrás de esta apuesta, una apuesta por Colombia, escogida como su sede para desarrollar esta importante actividad, que es, a pesar de lo que se diga por ciertas personas, todo, menos fácil.

¿Por qué? Basta con anotar que este tipo de inversión es el de más alto riesgo para industria alguna, pues de cada 1.000 prospectos hallados, al final, menos del 5 por ciento terminan convertidos en un proyecto minero.

O sea, fuera de requerir importantes recursos de capital para explorar, los precios de sus productos no están bajo su control, sino que son fijados por el mercado global, y que la inversión es de largo plazo (el tiempo que pasa para que un yacimiento pase a mina y sea explotable, tarda cerca de 10 años), sino que, además, es un negocio en el cual las probabilidades de éxito son bastante inciertas (menores al 5 por ciento).

En este contexto, es necesario que debatamos el tipo de reglas de juego que deben garantizarse para que estas inversiones que hoy llegan creyendo en Colombia se materialicen, pasando de simples prospectos mineros a verdaderos proyectos, y que así nos entreguen esa prosperidad colectiva que con tanto acierto fue reconocida por el Gobierno Nacional al nombrarla ‘locomotora para el desarrollo’.

Cabe recordar que estimaciones internacionales indican que, durante el 2011, Colombia captó el 2 por ciento de los 364 mil millones de dólares que invierte el mundo en minería, mientras que países como Chile y Perú, recibieron el 5 y 4 por ciento, respectivamente.

Es de vital importancia que cumplamos con nuestra tradición de honrar los pactos acordados y los contratos suscritos, compromisos de tradición arraigada en nuestro país, gracias a los cuales hemos logrado la atracción de estas inversiones con su correspondiente generación de mayores empleos y nuevos ingresos, garantizando la seguridad jurídica que tanto se le reconoce a nuestro país y que constituye el elemento vital para la atracción de las inversiones.

Por ello, no nos cansaremos de insistir en la necesidad de lograr una pronta y adecuada definición para emblemáticos proyectos mineros como son, entre otros muchos, los de empresas de talla internacional como Cerro Matoso, Eco-Oro y Anglo Gold, y así gozar de los beneficios que una minería responsable, con los más altos estándares ambientales y sociales, puede traerle al país.

Santiago Ángel Urdinola,  Vicepresidente de Minería, Hidrocarburos y Energía de la Andi.

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