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Brasil

La petroquímica en Brasil se basa en nafta para alimentar sus principales plantas, pero buena parte de la gasolina que se producía fue direccionada al mercado de combustibles.

Viernes 17 de Julio de 2015.- Ya entrados en el segundo semestre del primer año del nuevo mandato de Dilma Rousseff como presidenta, podemos hacer algunas reflexiones con respecto al nuevo curso que se le está dando a la economía en este ciclo presidencial. La agenda actual está estrechamente ligada a la situación de Petrobras, la cuestionada empresa nacional de petróleo, y en particular, con su capacidad de inversión y de generación de valor. Es decir, sus efectos sobre las industrias de petróleo, petroquímica y de biocombustibles de Brasil están en el centro de escena.

Si bien el fin del ciclo de expansión económica comenzó a materializarse en 2012, el descenso de la actividad fue deliberadamente prolongado, ya sea por falta de una lectura clara de los escenarios o por conveniencia política. El hecho es que, sea quien fuese el ganador en las elecciones de octubre de 2014, tendría que lidiar inmediatamente con un profundo ajuste en las cuentas públicas, la revisión de los subsidios, modificar la base de cambio mantenida artificialmente baja, además de enfrentar una crisis de energía que se avecinaba. Para quien llegara a la nueva presidencia, sería inevitable una caída en los índices de aprobación de su gestión. Por eso, triunfó en las elecciones quien alimentó una combinación de elementos que nos condujo hasta donde estamos hoy. Y es quien ahora tiene el deber de corregir el rumbo.

Petrobras es un elemento en ese engranaje, tal vez el más importante de todos. Durante años, los ejecutivos de la empresa lucharon cuanto les fue posible contra el Consejo de Administración, entonces dominado por el Gobierno Federal. Su meta era eliminar los subsidios en los precios de los combustibles, la restauración de la referencia a los precios internacionales y una política más clara de fijación de precios de sus principales productos.

La política de subsidios a los carburantes, combinada con un mayor acceso al financiamiento de vehículos, condujo a una aceleración de la expansión de la demanda en los últimos cinco años. Pero con precios subvencionados, esa mayor demanda se tradujo en perjuicios billonarios para la Unidad de Abastecimiento de Petrobras, responsable de la refinación y comercialización de derivados. Mientras tanto, un enorme esquema de corrupción corroía a la empresa por dentro, elevando a niveles insostenibles las inversiones, por ejemplo en las refinerías.

Aunque por un lado hubo pérdidas gigantescas en los ingresos debido a los subsidios, por otro hubo una elevación brutal del costo de las inversiones que se realizaban para atender la demanda futura, a su vez utilizados para abastecer un esquema de corrupción. Evidentemente, la cuenta no cerraba.

Ajuste inevitable

Como resultado, el ajuste se torno inevitable: en la actualidad, los precios de los combustibles y la energía suben. Los impuestos vuelven a ubicarse en el lugar que debían tener o son mejorados, y los subsidios se eliminan en su totalidad o en una fracción significativa. En cuanto a Petrobras, se produce una desconfianza generalizada en el mercado financiero por parte de los acreedores y de las agencias de clasificación de riesgos.

Una nueva administración de la empresa se hizo cargo; diseña un plan que propone un esquema de desinversión de activos no estratégicos, planes de retiro voluntario y recorte de inversiones, entre otros puntos. Todo ese esfuerzo, con el objetivo de recobrar la credibilidad.

Los recortes en los programas de inversión fueron más profundos precisamente en el área donde se concentraban las denuncias de sobrefacturación y pago de sobornos: la unidad de Abastecimiento, que es la responsable de la construcción de las refinerías. En la industria petrolera, históricamente es sabido que los márgenes son mucho mayores en las etapas de E&P que los de refinación. Por lo tanto, desde el punto de vista económico, en el corto plazo todo el esquema tiene sentido.

Durante todo el ciclo de crecimiento económico, debido a los planes audaces de inversión y a la expansión de la demanda de combustibles, hubo un sector que decreció y perdió rentabilidad: el sector del etanol. Otro, el petroquímico, mostraba preocupación con el constante redireccionamiento de la producción de las refinerías para abastecer el mercado de combustibles con precios subsidiados.

La petroquímica en Brasil se basa en nafta para alimentar sus principales plantas, pero buena parte de la gasolina que se producía fue direccionada al mercado de combustibles. La decisión que condujo a ese movimiento se basó en aspectos puramente financieros, toda vez que el negocio de los combustibles es más atractivo que el de las materias primas petroquímicas. O así lo fue durante varios años.

Sin embargo, al cabo de poco tiempo, las importaciones fueron ganando importancia como la principal fuente de nafta para petroquímica. Sin embargo, con la construcción de nuevas refinerías, las proyecciones indicaban que se generaría una nueva situación de equilibrio en el mercado de combustibles, que eventualmente llevaría a un retorno de la oferta de nafta local. No será así.

De las cuatro refinerías proyectadas, apenas una (RNST) está operando, todavía debajo de la capacidad de diseño debido a la falta de algunos equipos. La refinería de Río de Janeiro, conocida como COMPERJ, ya no tiene fecha prevista de conclusión, y otras dos –las de Maranhão y Ceará– fueron canceladas.

Menos inversiones

La decisión económica lógica de Petrobras fue la de cortar inversiones en refinación y concentrarse en E&P. Pero a esta decisión le falta un segundo paso, que es el de ampliar el acceso privado a las inversiones en el parque de refinación. Ésa sería una decisión de Política Industrial.

Brasil se encamina a convertirse en un país petrolero que importa derivados, una ecuación que al mismo tempo afecta el flujo comercial y financiero además de desabastecer una importante industria de base, la petroquímica.

Frente a ese contexto, la ampliación del parque de refinación no es una opción sino una necesidad, que dependería, no obstante, de reglas claras de establecimiento de precios de combustibles, de manera de atraer el capital privado nacional e internacional para invertir en Brasil, ya que la decisión de Petrobras de no invertir en ese segmento parece estar tomada. Y por cierto, resolvería también el problema de un sector que fue durante años uno de los mayores diferenciadores de Brasil, el sector de biocombustibles.

El futuro

Serán necesarias inversiones importantes, ya que Brasil seguirá demandando combustibles y creciendo, si bien a tasas menos sostenidas que en el pasado reciente. La ampliación de la oferta de materias primas para petroquímica puede no ser el motivo principal para tales inversiones, pues las refinerías son construidas para abastecer el mercado de combustibles. Con todo, la nafta es la que torna viable la industria química brasilera, y sin ella, toda la cadena de producción se vería seriamente comprometida.

Si no se incrementa la capacidad de producción local, se crea una restricción de oferta de materias primas competitivas que llevaría a la industria química a tomar sus propias decisiones financieras lógicas, que podrían ser irremediables. Entre ellas el cierre de plantas, la reducción de la producción local y el aumento de las importaciones de productos químicos. Por lo demás, este proceso ya está en curso, ya que las decisiones de nuevas inversiones están realizándose fuera de Brasil.

Por lo tanto, las decisiones lógicas financieras ya tomadas llevarán a otras decisiones lógicas financieras, que finalmente tenderán a acelerar el proceso de desindustrialización que Brasil ya está atravesando, sobre todo en la industria química. Si no se toman otras decisiones, como la apertura del mercado de refinación para el capital privado, seguramente en pocos años asistiremos a menores inversiones en Brasil y al cierre de más plantas.

Revista Petroquimica

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