Juan Carlos Erdozáin - Vicerrector Académico IP y CFT Santo Tomás
Los resultados del último Imacec minero junto al reposicionamiento de Chile como el país más atractivo de la región para invertir en minería, según el último estudio del Fraser Institute, no hacen más que confirmar que el repunte de esta importante industria para nuestra economía es una realidad.
Las condiciones del nuevo escenario y las positivas perspectivas que dan los analistas hasta el año 2020, nos deben llevar como país a un necesario ejercicio de reflexión respecto de los desafíos que nos deja, por ejemplo, la transferencia tecnológica y el cambio de paradigma que está generando en el mundo del trabajo. Sin duda, en este punto, la Educación Técnico Profesional (ESTP) tiene que ser parte indiscutible del debate público.
Un reciente estudio del Consejo de Competencias Mineras (CCM) estima que a 2026 serán necesarios alrededor de 30.000 trabajadores y se espera contar con 25.000 nuevos egresados. Más allá de la carencia general de técnicos, según las conclusiones de la publicación, además se prevé una sobreoferta de egresados en algunas especialidades y déficit en otros perfiles que serán altamente demandados por la industria, como los relacionados a la automatización de procesos y labores de mantención de equipos.
Sin duda alguna, las necesidades de la economía requieren con urgencia más y mejores profesionales y técnicos, capaces de atender los requerimientos de los diferentes sectores productivos. En esta línea, surge el desafío de contar con mejores y sistemáticos mecanismos que vinculen a la industria minera con las instituciones de educación superior técnico profesional, a través de la definición de un marco de cualificaciones que favorezca la formación de competencias disciplinares y de empleabilidad de los estudiantes, apuntando a un óptimo desempeño en el puesto de trabajo.
No obstante, la opción de estudiar una carrera técnica vinculada o no a un sector con alto potencial de empleo, no siempre se encuentra dentro de las opciones del estudiante, lo que es visibilizado en la ausencia de interés por matricularse en carreras vinculadas a la industria minera. A ello hay que agregar factores sociales y/o del acceso y ejercicio mismo del trabajo en minería que inciden negativamente en las preferencias.
Sin duda, la buena noticia de reactivación en la industria minera nos pone también desafíos importantes. En la medida que logremos un involucramiento, compromiso y entendimiento por parte de los gestores de políticas públicas, los empresarios y las casas de estudio, seremos capaces de posicionar la formación en áreas estratégicas acordes con la estructura productiva y de servicios del país y avanzar a paso firme en la formación de profesionales acordes a las necesidades del futuro.
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