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Alejandro Guillier, Senador

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Es insólito, pero el futuro de Codelco depende más del ancho de la caja fiscal que de una decisión de Estado. Por décadas los gobiernos de turno han exprimido esta vaca lechera, Codelco, sin pensar en su capitalización. Se financió el gasto corriente del país sin considerar el futuro de su empresa más importante. Los altos precios del cobre permitieron amortiguar esa dañina práctica, pero la abrupta caída del precio del metal rojo ha dejado en evidencia la extrema vulnerabilidad de esta empresa de todos los chilenos.

Más grave aún: ante la ausencia de visiones de largo plazo y/o de fases deliberativas colectivas, por vía del presupuesto anual y de lo que resuelvan algunos burócratas de turno se va delineando el desarrollo de la minera estatal. Lo mismo ocurre con los puertos del Estado, con la infraestructura pública y con otras riquezas naturales como el litio. Cero ha sido el impacto de las resoluciones de la Comisión de Minería y Energía del Senado recomendando una política de fundiciones para volver a la producción de cobre fino. O las voces a favor de una política de clusters o de encadenamientos productivos. La posibilidad de impulsar una industrialización, a partir de la única actividad de clase mundial de nuestra economía, es un tema ausente del debate nacional.

El asunto es que Chile dejó pasar el ciclo de las vacas gordas del cobre. No avanzó en más valor agregado y el financiamiento de los proyectos estructurales se vuelve incierto. Ocurre que, si no hay financiamiento para estos proyectos estructurales, la gigante estatal derivará en una empresa menor.

Este entorno crítico que vivimos con Codelco debería dar espacio a un profundo y amplio debate nacional, que incorpore a líderes políticos, sindicales, expertos y la industria pública y privada. Por momentos tengo la sensación de que para algunos resulta incómodo o políticamente incorrecto hablar de cara al país. Es el futuro de nuestra economía lo que se juega. En esta misma tribuna hemos alertado que el mercado de los concentrados va a la baja; que los concentrados de algunas operaciones de Codelco son cada vez más castigados por su alto contenido de arsénico.

De paso, seguimos regalando otros minerales que van en los concentrados y que hoy tienen precios significativos en los mercados. Chuqui, como sabemos, hizo grandes negocios con el molibdeno. La Mina Hales tiene altos contenidos de plata. Son ejemplos. Pero mientras, chauchera en mano, regateamos las inversiones necesarias de Codelco, otros países aprovechan esos negocios que nosotros despreciamos. Muchos países procesadores de cobre tratan, ahora, de imponernos su propia industria de proveedores para la labor extractiva.

Urge una política de Estado, estratégica, de largo plazo, para el cobre y el futuro minero chileno. Vivimos un ciclo de crisis. Es ahora cuando debemos realizar un esfuerzo inédito para reconvertir nuestra economía primario-extractiva. En más de siglo y medio no hemos sido capaces de dar ese salto que otros países con reservas de mineral muy inferiores fueron capaces de potenciar.

Urge una política de Estado, estratégica, de largo plazo, para el cobre y el futuro minero chileno. Vivimos un ciclo de crisis. Es ahora cuando debemos realizar un esfuerzo inédito para reconvertir nuestra economía primario-extractiva. En más de siglo y medio no hemos sido capaces de dar ese salto que otros países con reservas de mineral muy inferiores fueron capaces de potenciar.

Más triste aún es que los esfuerzos apuntan casi exclusivamente a bajar costos, echar trabajadores y seguir a la espera del milagro: una recuperación no prevista del mercado de los metales, confiando en decisiones que tomarían terceros. ¿Quién puede explicar por qué las mineras que operan en Chile no hicieron las provisiones necesarias durante el ciclo virtuoso del cobre, incluido Codelco? No estaríamos ahora despidiendo trabajadores y mirando con desesperanza el futuro minero.

Los estudios de los escenarios globales nos muestran que el futuro se va a jugar en el Asia Pacífico. Ya es un mundo de redes, de cambios tecnológicos, de servicios, inversiones, patentes, cadenas de valor, industrias continentales y de megaacuerdos comerciales. En la Comisión de Minería y Energía del Senado tenemos un amplio consenso para abordar estos desafíos. Los recursos minerales, el cobre, el litio y todos aquellos subproductos que hoy no aprovechamos, deberían ser la base de un proceso de industrialización, incorporando valor agregado, cadenas de valor (clusters), investigación, ciencia y tecnología avanzada, modelos alternativos de energía (solar principalmente), desalinización de agua de mar. Estos emprendimientos nos permitirían seguir siendo un jugador global en la minería mundial. Nuestra meta país debe ser recuperar nuestro sello de primer productor de cobre refinado del mundo.

Pero esta decisión requiere más argumentos que el tamaño de la caja fiscal. Y compromete la voluntad de todo un país y no solo la opinión de dos o tres funcionarios del Ministerio de Hacienda.

El senador Alejandro Guillier (Periodista) es presidente de la Comisión de Minería y Energía de la cámara alta.

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