viernes 16 de febrero del 2024.- Chile es un actor principal en la producción mundial de la industria minera, tanto metálica como no metálica. Líder en producción de cobre, representa el 25% de la producción mundial, según cifras del Consejo Minero, actualizadas durante enero de este año. Otros de los minerales que aportan en esta carrera destellante, son los nitratos naturales, molibdeno y yodo. Todos juntos, con su enorme contribución a la billetera patria, merecen que desde ya tengamos una estatuilla como mejor actor.

Sin embargo, hay una categoría que en la que no ganamos la carrera. Se trata de la brecha de género que se refleja en diversas áreas de la industria minera. Por ejemplo, la participación de las mujeres en puestos directivos es aún limitada, a pesar de grandes esfuerzos por visibilizar potenciar a mujeres en cargos de alta jerarquía en el rubro. Además, la representación femenina en los equipos de trabajo es baja, lo que limita la diversidad de ideas y perspectivas.

A pesar de que la industria minera en Chile ha avanzado, lo cierto es que aún se encuentra bajo los indicadores de otros países mineros referentes. Según cifras de Cochilco –publicadas hace menos de un año–  estamos por debajo de Canadá (-8%), Australia (-7%) y México (-5%), con sólo un 10% de participación femenina, por lo que sigue siendo un desafío pendiente.

Existen diversas razones que explican esta brecha de género en la industria minera, y varios motivos para entender su problemática. En mi opinión, una de las más relevantes es la persistencia de estereotipos de género arraigados en nuestra sociedad, que asocian la minería con una actividad físicamente demandante y peligrosa, considerada tradicionalmente como “trabajo de hombres”. Estos estereotipos limitan las oportunidades de las mujeres y refuerzan la idea de que la minería no es un ámbito para ellas.

Es por ello que se hace cada vez más necesario implementar medidas que fomenten la igualdad de oportunidades y la participación de las mujeres en todos los niveles de dicha industria, desde la formación técnica y profesional hasta los puestos de liderazgo.

Así como visibilizar masivamente la presencia actual de mujeres en la industria, que se conviertan en referentes para dejar de asociar a la minería exclusivamente con los hombres, motivando una mayor participación femenina.

En ese escenario, es también importante visualizar que, si bien la brecha salarial entre géneros es del 9% para este rubro, y está muy por debajo del 22% de la brecha total nacional, la industria de la minería maneja sueldos de alto rango en nuestra fuerza laboral, por lo que su impacto es aún mayor.

Esto, más que una mera diferencia de género constituye también una barrera para el desarrollo económico y social del país, pues las experiencias internacionales han demostrado que la participación femenina representa un gran aporte a la industria minera, tanto en términos de habilidades técnicas como de liderazgo y capacidad de innovación. Ignorar el talento y las capacidades de la mitad de la población es un desperdicio que no nos podemos permitir.

Es fundamental que tanto las empresas mineras como el gobierno aúnen fuerzas para generar propuestas concretas para cerrar esta brecha de género. Esto incluye promover políticas de igualdad de oportunidades, fomentar la formación y capacitación de las mujeres en áreas relacionadas con la minería, y garantizar un ambiente laboral inclusivo y seguro.

La industria minera de Chile tiene la oportunidad no solo de conservar el podio de referente productivo que ostenta hoy, sino también de convertirse en un referente mundial de igualdad de género y diversidad, aspectos de suma importancia para un mercado cada vez más exigente. Es responsabilidad de todos trabajar en conjuntos para lograrlo y construir una industria minera más equitativa, inclusiva y sostenible. Solo así podremos aprovechar todo el potencial de nuestro país y asegurar un futuro próspero. Y, quien sabe, ganar ese premio al mejor actor, en todos los ámbitos de su desarrollo.