Douglas Sequeira, gerente corporativo de Seguridad y Salud Ocupacional (SSO) de ENAP.
En la mayoría de las industrias, de diversa índole, existen ciertos paradigmas difíciles de romper en torno a la gestión de seguridad. Que las organizaciones decidan desafiarse en la materia y cambiar su cultura de seguridad, aceptando que los resultados no son inmediatos, es el gran paso que hoy pueden y deben atreverse a dar.
Para ello, es clave reflexionar acerca de lo que implica y dejar atrás esquemas tradicionalmente instaurados. En el caso de la industria energética, el nivel de exposición al riesgo que habitualmente tenemos en nuestras operaciones -por la naturaleza de éstas- vuelve este desafío aún más relevante, en nuestra meta de avanzar sistemáticamente en proteger a las personas, respecto a su salud y seguridad.
No es una tarea fácil, es ardua, pero si se mantiene el foco en los riesgos más importantes, junto a un modelo de liderazgo participativo que se atreva a desafiar las estrategias clásicas en esta materia “de arriba hacia abajo” y se combine con otras poco tradicionales como “de abajo hacia arriba”, es posible. Esto es claramente una característica de organizaciones altamente confiables en seguridad y consiste en compartir el liderazgo con otros, dado que no es una exclusividad de la cadena jerárquica superior de las organizaciones.
El camino para transitar hacia una cultura de seguridad renovada conlleva necesariamente un diagnóstico, el que se logra de la mano de expertos a nivel mundial como, por ejemplo y en nuestro caso, el Instituto para una Cultura de la Seguridad Industrial (ICSI) en alianza con la Mutual de Seguridad. Precisamente ese diagnóstico es un acto de valentía, el primer empuje tras cruzar la frontera, porque junto con impulsar el cambio, involucra mirarse de forma transparente.
Reconocer la necesidad de esta reforma también acarrea pequeñas derrotas en el camino, precisamente frente a la resistencia y a esos paradigmas instalados, como son las mediciones históricas o aquellos indicadores de frecuencia que tanto saturan a veces para graficar los resultados en seguridad. Asimismo, requiere desafiar los modelos que simplifican la gestión de seguridad con enfoque exclusivamente en las conductas de los trabajadores de primera línea, aislando el contexto organizacional y generando solo acciones impiden avanzar hacia estrategias más de fondo. No hay que quedarse atrapados y sí transitar al cambio, a la evolución; para ser destacados o referentes, necesitamos perpetuar las nuevas prácticas y pasar de valores declarados a valores arraigados en dichas prácticas.
Ya decidimos dar este gran paso, siendo una de las preocupaciones más consensuadas al interior de nuestra organización. Esperamos marcar un precedente e inspirar a otros a perseguir este propósito, a la altura de los tiempos actuales en salud y seguridad ocupacional. Este tema se transformó en un factor movilizador para mejorar nuestro funcionamiento global.
Por último, no olvidemos que la seguridad y salud ocupacional es eminentemente humana; por lo tanto, siempre es importante resaltar que, tras las exigencias profesionales que amerita un desempeño diario responsable hay personas, y es en terreno la mejor forma de sensibilizarlas a ser partícipes de este cambio.
viernes 16 de octubre del 2023
Deja un comentario