Chile
Por Lilian Velásquez, PhD y profesora asociada Departamento de Minería UC Chile.
jueves 03 de julio del 2025.- La reciente caída de los cargos de tratamiento y refinación (TC/RCs) en el mercado internacional del cobre ha sido interpretada, en muchos casos, como una ventaja coyuntural para las empresas mineras. Al pagar menos por fundir y refinar su concentrado en el extranjero, se asume que la rentabilidad mejora. Sin embargo, esta lectura es superficial y oculta un problema estructural: la creciente vulnerabilidad de los países productores al depender de fundiciones externas y de mercados volátiles.
Chile, el mayor productor de cobre del mundo, sigue exportando la mayor parte de su producción en forma de concentrado, con bajo valor agregado y escaso control sobre los subproductos. En este escenario, la caída de los TC/RCs (Treatment Charge/Refining Charge) no es una buena noticia. Al contrario, refleja el desequilibrio global entre la expansión de fundiciones, especialmente en Asia y la disponibilidad limitada de concentrados. Esta tensión está dejando a las fundiciones con menos ingresos y a las mineras con una comercialización más incierta, dependiente de precios spot y de contratos menos predecibles.
Pero toda crisis es también una oportunidad. Hoy, más que nunca, urge repensar el modelo extractivo y avanzar hacia una estrategia de procesamiento local de concentrados, que permita capturar mayor valor y generar encadenamientos productivos. Y aquí es donde la hidrometalurgia, en particular la lixiviación clorurada con agua de mar, aparece como una oportunidad tecnológica clave.
La lixiviación clorurada permite tratar minerales sulfurados primarios, como la calcopirita, que constituyen la mayor parte de los recursos disponibles en Chile. Tradicionalmente considerados “refractarios” a la lixiviación convencional con ácido sulfúrico, estos minerales pueden ser solubilizados eficientemente mediante soluciones cloruradas en presencia de oxidantes. El uso de agua de mar como fuente natural de cloruros no solo reduce los costos de insumos, sino que también evita competir con fuentes de agua dulce, aspecto crítico en un contexto de estrés hídrico creciente.
La combinación de recursos locales, agua de mar, energía solar, reservas minerales, y tecnología aplicada podría permitir el desarrollo de plantas modulares o regionales de lixiviación, integradas a cadenas de valor locales y con una huella ambiental significativamente menor que la fundición tradicional. Además, procesar el cobre en origen mejora la trazabilidad, permite recuperar subproductos valiosos como oro, plata o molibdeno, y responde a las crecientes demandas sociales por una minería más responsable.
Chile no puede seguir exportando concentrado sin reflexionar sobre el costo oculto de esa decisión. La caída de los TC/RCs debería ser la señal que nos empuje a industrializar el cobre en casa, apostando por innovación, sostenibilidad y soberanía tecnológica. La lixiviación clorurada usando agua de mar es más que una solución técnica: es una oportunidad estratégica para un país que ya no puede conformarse con ser solo un exportador de minerales brutos.
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