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Chile

Por Nicolás Hardy, profesor investigador de la Universidad Diego Portales.

El futuro del cobre y el panorama para Chile

miércoles 10 de septiembre del 2025.- En los próximos años, el cobre tendrá un papel protagónico, quizás como nunca en la historia. Si bien los precios de commodities, como todo activo financiero, son difíciles de predecir, podríamos al menos señalar cuatro hechos estilizados respecto a las expectativas de largo plazo en el mercado del cobre.

Primero, existe una demanda en expansión. El cobre es el corazón de la electromovilidad y la transición energética. La demanda de semiproductos de cobre se duplicará al 2050, pasando de 33,3 millones de toneladas en 2024 a 54,5 millones de toneladas. Según cifras de Cochilco, los vehículos eléctricos incrementarán el uso de cobre en 5,5 millones de toneladas netas entre 2024 y 2050. A esto se suma la creciente demanda por electrificación y transición energética: la capacidad solar y eólica se multiplicará por 4,5 al 2050, mientras que se requerirán US$ 1,2 billones en sistemas de almacenamiento con baterías al 2034, triplicando la capacidad actual. Cada una de estas tecnologías demanda cantidades masivas de cobre para su funcionamiento.

Segundo, se proyecta un déficit estructural de oferta minera en el largo plazo. Cochilco proyecta un déficit de suministro que alcanzaría 6,0 millones de toneladas en 2035 si no se desarrollan los proyectos “probables” o “posibles” existentes. Incluso incorporando el 50% de los proyectos greenfield “más probables”, este déficit llegaría a casi 5 millones de toneladas. Más aún, existen actualmente solo 3,9 millones de toneladas por año de proyectos avanzados en categoría “probable”, cifra insuficiente para cubrir los próximos 10 años.

Tercero, los costos de producción han mostrado una tendencia ascendente sostenida desde principios de los 2000. Esto por supuesto pone barreras de entrada a nueva oferta competitiva.

Cuarto, la cartera de proyectos está en general concentrada y con altas barreras estructurales. Por supuesto, los principales proyectos se encuentran en América Latina y Asia, pero enfrentan actualmente desafíos de todo tipo: desde logísticos hasta ambientales.

En este contexto, ¿cómo queda Chile? Al respecto, lamentablemente, no tengo muchas respuestas, pero sí muchas preguntas. Primero, en este mercado de producción a la baja, Chile compite con países productores en muchos casos de menores costos laborales y ambientales. Mis reflexiones acá serían: ¿estamos encaminados a hacernos más competitivos desde nuestro mercado laboral? ¿estamos modernizando nuestra institucionalidad y agilizando los procesos de aprobación de nuevos proyectos? ¿estamos dando incentivos y certezas a los inversionistas?

Segundo, un obvio problema de las proyecciones de largo plazo como éstas es que no considera posibles cambios tecnológicos. Por ejemplo, mejoras en el proceso de extracción pueden reducir los costos, permitir trabajar con menor ley, etc. ¿Estamos poniendo los incentivos adecuados para incentivar innovación tecnológica, en este contexto de un mercado tensionado?

Tercero, el panorama actual del cobre es el de un mercado estructuralmente expuesto a shocks. En otras palabras, dada la baja elasticidad de oferta y la complejidad de desarrollar nuevos proyectos mineros, pequeños shocks pueden generar grandes impactos en el mercado del cobre y, por ende, hace que nuestra macroeconomía sea volátil. ¿Están nuestras cuentas preparadas para escenarios de crisis?

En resumen: ¿Estamos preparados para algo, o estamos completamente a la deriva?


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