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Chile

Por Ramón Rada Jaman, economista, ex secretario ejecutivo del Tratado Minero Chile-Argentina.

Tratado Minero: redefiniendo nuestra frontera productiva

miércoles 17 de septiembre del 2025.- El Imacec de julio, con un crecimiento de apenas 1,8%, refleja una realidad preocupante: la economía chilena enfrenta un estancamiento persistente. Más alarmante aún es la contrapuesta cifra de caída de 3,3 % en la minería, un sector históricamente clave para el desarrollo del país.

Dicha caída no responde únicamente a factores coyunturales, sino a limitaciones estructurales que han mermado la inversión: un Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) engorroso, normativas de Monumentos Nacionales que obstaculizan proyectos, una permisología ineficiente que hay que erradicar, una ley de patentes mineras desactualizada y una incertidumbre tributaria que ahuyenta el capital.

A pesar del panorama, la minería conserva un potencial transformador. Con una cartera de proyectos valorada en más de US$83 mil millones para la próxima década, el sector podría ser el motor para revertir la desaceleración. Sin embargo, en seis de los últimos once años, la inversión ha retrocedido. Mientras Chile crece por debajo del 2 %, el promedio mundial y los países de la OCDE avanzan a mayor ritmo.

Atrás quedó el dinamismo de los años 90, cuando el país, apodado el “jaguar de América Latina”, crecía por sobre el 6%. Hoy, enfrentamos un millón de desempleados, 350 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan y un Estado con crecientes niveles de endeudamiento.

La situación fiscal es crítica: en dos décadas, la deuda pública ha escalado del 4 % al 42 % del PIB, con un costo financiero que reduce el espacio para políticas públicas efectivas. La inflación continúa erosionando el poder adquisitivo, el desempleo —especialmente el femenino— permanece elevado y el Banco Central ha señalado que el crecimiento del empleo público, duplicado en la última década, ha restado 0,6% al PIB solo en 2024 debido a su impacto en la productividad.

Con una visión estatal de “negacionismo económico”, el desempleo es más que una estadística, ya que quien lo sufre, no es simple víctima de un aumento de costo laboral de 23 % o integrante de una variable sobre 15 % real de desempleo; para quien perdió su empleo, el impacto es del 100 %.

En este escenario, reactivar la economía y volver a ver crecimiento es vital y exige una estrategia coordinada entre el sector público y privado, centrada en incentivar la inversión en infraestructura estratégica y activar profunda disciplina fiscal.

Capitalizar la minería

Dos oportunidades destacan como catalizadores de desarrollo: la primera es el impulso al hidrógeno verde en Magallanes, con inversiones proyectadas superiores a US$70 mil millones, que posicionaría a la región como un hub energético global con proyección bioceánica; y la segunda es el Tratado de Integración y Complementación Minera entre Chile y Argentina, firmado en 1997 y vigente desde 2000, que abre un horizonte para capitalizar el auge minero en la cordillera.

El citado tratado permite aprovechar y optimizar la infraestructura minera chilena —puertos, desaladoras, campamentos, mineroductos y carreteras— para conectar la frontera con el Pacífico, facilitando el desarrollo del distrito minero argentino, que proyecta inversiones por más de US$30 mil millones en la próxima década.

Proyectos como Josemaría (US$ 4.200 millones), Filo del Sol (US$ 1.800 millones), Taca Taca (US$ 3.600 millones), Los de Azules (US$ 2.700 millones), El Pachón (US$ 9.500 millones), Mara (US$ 4.000 millones), San Jorge Cobre Mendocino (US$ 600 millones), además de la proyección de la campaña de exploración en Lunahuasi (Júpiter, Saturno y Marte) de cobre y oro de alta ley, que ya están avanzando bajo el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) en Argentina.

En este contexto, el Tratado Minero trasciende su carácter binacional y se consolida como instrumento estratégico para posicionar a Chile como un centro de servicios, infraestructura y salida marítima para esta nueva ola de inversiones.

El desafío es claro: para recuperar su liderazgo regional, Chile debe abordar sus cuellos de botella internos. Esto implica modernizar el SEIA, clarificar el marco tributario y fortalecer la disciplina fiscal. Solo así se podrá restablecer la confianza de los inversionistas y revitalizar el rol de la minería como motor de crecimiento. La oportunidad está al alcance. Esperamos que Chile tenga la determinación para aprovechar la próxima década con inversión, crecimiento, desarrollo y empleo.


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