Hace pocos días una investigación de la Universidad de Talca advirtió que cerca de 9 mil millones de dólares sería el costo anual que tiene la delincuencia para Chile, mientras que en la actualidad el gasto en seguridad privada equipará al de seguridad pública y ha ido incrementando su participación en los últimos 20 años.

Esta triste cifra afecta a todas las industrias por igual, sin embargo, un rubro en el que podemos ver especialmente cómo las nuevas técnicas delictivas se apoderan de las estrategias y preocupaciones de las compañías es en la minería, donde las empresas se han visto obligadas a buscar fórmulas para adaptarse a esta “nueva realidad” que, más que ceder, pareciera seguir avanzando y estableciéndose.

De hecho, las empresas mineras han debido activar planes de contingencia y vienen denunciado hace años el robo de bandas especializadas en, por ejemplo, sustraer costosas herramientas o productos como cátodos de cobre, mientras que la Policía de Investigaciones (PDI) ha advertido, solo este año, de diversas operaciones en que se han recuperado varias toneladas del mineral proveniente de ilícitos.

Por eso se hace fundamental el diálogo que seamos capaces de generar en la propia industria minera en torno a cómo el concepto de seguridad hoy está apuntando a una convergencia de tecnologías y de servicios cada vez más especializados que las empresas chilenas ven que ya existen en el extranjero, y que en el país ya son efectivamente posibles de replicar.

No es por nada que a fines del año pasado la Sociedad Nacional de Minería (Sonami) alertaba en distintos medios su profunda preocupación por la creciente ola delictual que enfrentan la industria minera y que incluso obligó, según ellos advirtieron, a la empresa Ferrocarril Antofagasta (FCAB) a suspender sus operaciones a raíz de reiterados robos.

Por esta misma razón es importante que, a pesar de que el gobierno ya ha adoptado medidas para enfrentar el tema y a fines del año pasado lanzó un plan para aumentar la presencia y vigilancia policial en la región norte, seamos también las propias empresas de seguridad las que adaptemos nuestras estrategias, herramientas y servicios a esta nueva realidad y técnicas que nos impone la delincuencia, hoy incluso especializada en robos bajo las condiciones desérticas más áridas del mundo.

De esta manera, podremos ofrecerle la seguridad y confianza a una industria que hoy nos necesita para poder mantener su continuidad operacional sin poner en riesgo a sus trabajadores y a las instalaciones en donde ellos se desempeñan.