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Rafael Burmester, gerente general Inmobiliaria INDESA

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Los incendios ocurridos a principio de este año sin duda acapararon, como muchas otras catástrofes nacionales, la agenda mediática de nuestro país. Con miles de familias afectadas que perdieron sus hogares y fuentes laborales, así como también con pérdidas millonarias para el sector forestal, la agroindustria y el turismo; un retroceso irrecuperable de biodiversidad en las regiones afectadas; y por lejos lo más importante, vidas humanas que quedarán, al igual que en experiencias pasadas, como estandartes de otra tragedia chilena.

Pero más allá de cualquier análisis, está claro que nos aferramos a la idea de que en Chile estamos acostumbrados a la desgracia, que nos caemos y nos levantamos mil veces, y que cada tropiezo que nos pone la naturaleza nos despierta y luce la solidaridad de patriotas.

Todo bien con eso. Pero dejando de lado la resiliencia que nos caracteriza, es tiempo de darnos cuenta que no todo lo que nos aqueja tiene relación con la mala fortuna.

Es momento de que nos hagamos cargo de muchas de nuestras tragedias y que entendamos que probablemente, antes de que sea la naturaleza la que se ensañara con nosotros; fuimos nosotros los que no tuvimos consideración con ella.  Es momento de reconocer, que el nombre de muchos incendios, aluviones, desbordes, marejadas y sequías, es Cambio Climático.

La vulnerabilidad de las ciudades y asentamientos, en muchos casos se debe a la relación que la interacción de la sociedad tiene con los ecosistemas. Por un lado, las ciudades – indispensables por esencia- generan productividad para aportar al desarrollo de las naciones; pero al mismo tiempo deterioran la ecología. Este detrimento medioambiental, vuelve con los efectos que ya conocemos, a los asentamientos urbanos.

La ecuación es complicada, pero se hace más cuesta arriba si le sumamos el desconocimiento de las consecuencias que la acción humana tiene en el medio ambiente, y su repercusión en la evolución y bienestar de los seres vivos. Y cuando no es desinformación, es indiferencia, que por egoísmo o por falta de visión, termina por seguir irritando al hábitat.

Como si fuera poco, la inercia propia de los países –porque acá pocos se salvan- en relación a la planificación a corto plazo, influida por la temporalidad de las administraciones políticas es un obstáculo suficiente para encontrar una solución que ponga cota las alteraciones climáticas que vivimos a nivel mundial.

Luego de todas las experiencias ingratas, debemos saber poner a la ciudad al centro de la discusión del cambio climático. Planificar en función de la adaptación urbana nos permitirá enfrentar los impactos de la naturaleza, que lejos de tocarnos a nosotros por ser la mera suerte de ser chilenos, nos arrecian, por ser ciudadanos del mundo moderno.

Planificar de manera estratégica y sustentable; diseñando esquemas de participación entre distintos sectores, propiciando la voluntad política, capacitando a quienes están a cargo de la gestión, dando lugar al diálogo, a la continuidad de lo propuesto y a la calidad en la información parece ser nuestra próxima tarea. Una tarea de públicos y privados; de empresas y particulares, que nos llevará a enfrentar un ciclo evolutivo que ya empezó, que va en una etapa avanzada y que de no tomar conciencia todos, nos tendremos que acostumbrar a más inundaciones, menos agua, más contaminación, menos energía, y cuantiosas pérdidas en patrimonio, no solo natural, sino que también cultural.

Hoy después del dolor de ver arder más de 400,000 hectáreas de Patria, tenemos la oportunidad como país, de darnos cuenta que no es el destino el que nos eligió a nosotros para aguantar desastres de la naturaleza; sino que fuimos nosotros, como tantas otras sociedades, los que no supimos prevenir, adaptarnos y convivir con ella y sus cambios.

Rafael Burmester, gerente general Inmobiliaria INDESA

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