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Ignacio Contreras, Director Nacional del Área de Ingeniería IP –CFT Santo Tomás

Desde hace unos años se ha instalado la discusión sobre el valor del capital humano dentro de la industria minera en Chile. Se sabe que este sector, actualmente, está viviendo un momento auspicioso en todo sentido, ya que el cobre sigue estando muy bien cotizado en las bolsas de metales y junto a esto, aparece un importante portafolio de proyectos mineros con inversiones sobre los 90 mil millones de dólares al 2020. Este escenario de crecimiento para el sector propone desafíos en materias energéticas, recursos hídricos y en capital humano avanzado.

Situándonos en este contexto, vale la pena preguntarnos ¿Cuál es el rol de las Instituciones de Educación Superior en estos desafíos? La respuesta es inquietante. De un tiempo a esta parte, ha existido una separación entre las compañías mineras y las casas de estudios en nuestro país.

La industria minera requiere de forma urgente profesionales en cantidades importantes y con un alto desempeño, en cantidades importantes y con un alto desempeño. No olvidemos que la gran minería en Chile es de clase mundial. Sin embargo, no encuentra la confianza en el sistema educacional chileno. Según el estudio de Fundación Chile, entre el 1% y 3% de los estudiantes del sistema están en carreras ligadas a la minería. Junto a esta insuficiencia, las mineras han tenido que desarrollar áreas especializadas dentro de sus estructuras internas para entrenar y formar personas bajo sus propios estándares. ¿Qué sentido tiene este esfuerzo si contamos con instituciones que se dedican a la formación de personas para el trabajo?

Sin duda el acceso a las tecnologías es fundamental para lograr las competencias que requiere un operador o técnico mantenedor, por ejemplo, en el puesto de trabajo; pero también se sabe que hay una serie de aspectos formativos, tanto en las bases técnicas como en el desarrollo de competencias de empleabilidad, que terminan diluyendo esos esfuerzos.

Es por eso que nuestras Universidades, Institutos y Centros de Formación Técnica que se dedican a formar personas para la minería, suelen adolecer de tres problemáticas. La primera es que los programas y carreras ofertados no son fiel reflejo de los perfiles que las mineras necesitan. Hay una suerte de aislamiento de las instituciones al momento de diseñar la oferta académica, con escasa participación de las entidades del mundo minero.

La segunda es el acceso a tecnología de punta que las grandes mineras utilizan en sus procesos productivos. La magnitud de las inversiones en este sentido hace inviable que una institución de educación cuente con los equipos y maquinarias modernos que el estudiante verá en faena.

Y el tercer punto crítico es el esfuerzo que realizan las casas de estudios para reclutar docentes con experiencia en el sector, los cuales son tentados constantemente por las compañías y empresas vinculadas a la minería para que se empleen con ellos. Si bien son personas con vocación por la enseñanza, también ellos saben lo que dejan de percibir por dedicarse a la docencia.

Recogiendo este diagnóstico y entendiendo las urgencias y necesidades de la industria, aparecen algunas reflexiones.

Las compañías mineras y las instituciones de educación no deben seguir caminos distintos cuando el objetivo es el mismo. Será clave la innovación en programas de formación que integren ambas experiencias. Un primer paso son ciertos programas de aprendices, donde la empresa minera delega una parte de la formación a una institución de educación en aspectos técnicos básicos, valores y el desarrollo de habilidades que le permitan al estudiante desenvolverse en equipos de trabajo.

El acercamiento de las compañías mineras a los centros formativos es clave, generando alianzas estratégicas con éstos, propiciando espacios para el desarrollo conjunto. Un ejemplo es el desarrollo de centros de entrenamiento o training hubs que permita, entre otras cosas, el acceso a la tecnología y a instructores con vasta experiencia por parte de las instituciones de educación, mejorando la enseñanza proporcionada.

Finalmente, para que las mallas curriculares se hagan cargo en forma coordinada de las necesidades del sector minero, se hace primordial la existencia de un marco de cualificaciones, tal como existe en otros países, el cual que permita establecer los principales perfiles laborales que la industria ha validado, siendo la base de los programas y carreras que las instituciones de educación impartan. En este aspecto, el rol del Estado en fundamental para generar esta instancia facilitadora entre los distintos actores, y así dar mejores herramientas para que las instituciones de educación sigan teniendo el rol clave en la formación de personas que hasta el día de hoy tiene en el sector minero.

 

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