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Bolivia

Son tan desmedidas las ambiciones desencadenadas que torturas, secuestros y enfrentamientos entre comunidades rivales van formando parte de la rutina

05 de Julio de 2012.- Hace casi dos meses, a principios de mayo pasado, se hizo público un informe de la Compañía Minera Mallku Khota (CMMK), subsidiaria de la firma canadiense South American Silver, según el que en los cerros de Mallku Khota, en el norte de Potosí, se encuentra “uno de los yacimientos de plata, indio y galio más grandes del mundo”. Tan buena noticia fue reforzada por el Viceministro de Desarrollo Productivo Minero Metalúrgico, quien se apresuró a anunciar que el yacimiento produciría unos 200 millones de dólares por año a lo largo de 36 gestiones. Cifras más que suficientes para desencadenar desmedidas ambiciones en uno de los rincones más incomunicados y pobres de nuestro país.

“¿Por qué tan enorme riqueza tuviera que beneficiar a una transnacional, pudiendo ser totalmente nuestra?”, se preguntaron muchos de los habitantes de la zona, pero principalmente sus dirigentes y también los cooperativistas mineros que se dedican a la búsqueda de oportunidades fáciles de enriquecimiento.

Lamentablemente, las autoridades que se explayaron al describir la magnitud de la riqueza descubierta no pusieron el mismo empeño para explicar que previamente se requieren masivas inversiones que, por su magnitud, están completamente fuera del alcance no sólo de cooperativistas y comunarios, sino del Estado boliviano. Para “apropiarse” de esos minerales hacen falta no sólo costosísimos equipos, sino, lo que es más importante, recursos tecnológicos y humanos muy superiores a los que son conocidos por la minería tradicional.

Las inversiones necesarias son de gran magnitud y South American Silver las viene haciendo desde 2007, cuando ingresó a la zona de Mallku Khota para realizar estudios de exploración y evaluación del potencial mineralógico en estos lugares. Según la información disponible, sólo para los estudios de la fase de preinversión se han destinado 50 millones de dólares y para ingresar a la fase productiva se requerirían entre 400 y 1.000 millones. Es decir, nada que pueda hacer recurriendo a sus propios medios el Estado boliviano y mucho menos cooperativistas ni comunarios que no cuentan con más medios que los que ya se conocían y usaban en tiempos de la colonia.

Ninguno de esos detalles es tomado en consideración en medio de la actual confrontación de intereses, pues, tal como ocurre con la mayor parte de los problemas que están relacionados con la suerte de nuestro país, lo que cuenta es la capacidad de presión. Y como a la debilidad del Estado se suma el hecho de que en la escala de prioridades de las autoridades gubernamentales sólo hay cabida para las disputas por el control del poder, no es sorprendente la facilidad con que se llega a extremos como el actual, cuando prácticas como la tortura y secuestro de personas, o los enfrentamientos entre facciones rivales de comunarios, se van incorporando con toda naturalidad a la rutina diaria.

Y mientras tanto, pasan desapercibidos aspectos verdaderamente importantes del problema como son la preservación de la vida humana, así como el impacto ambiental que puede llegar a tener la explotación minera a cielo abierto procesando entre 20.000 a 60.000 metros cúbicos de roca mineralizada por día, o vertiendo a los ríos tres unidades de mercurio por cada unidad de mineral obtenido, si no se adoptan costosos recaudos.

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