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Chile

Miguel Giménez Zapiola Director de Asuntos Corporativos de Barrick en la Argentina

26 de Octubre 2012.- Unidos en su origen, cultura y geografía, la Argentina y Chile siguen fortaleciendo sus vínculos en las últimas décadas a pasos agigantados. Con fuertes lazos comerciales y nuevos acuerdos de cooperación, la relación se muestra consolidada y cobra cada día mayor dinamismo. El eje de esta unión, en tanto, hay que buscarlo -como ocurre casi siempre- en la economía; y en ella la minería se erige como el pilar principal de integración, actividad que además trae múltiples beneficios en ambos países. 

El auge de este sector en la Argentina, posicionada como el sexto país con mayor cantidad de recursos mineros en el mundo, ha provocado la proliferación de pequeñas, medianas y grandes empresas en pocos años. Asimismo, el 75 por ciento de las áreas con potencial minero se encuentran en etapa previa a su desarrollo, mientras avanzan las exploraciones y año tras año aumentan las perforaciones en busca de mineral.

En el caso de Chile, la minería es la principal actividad y es el motor de su economía, fruto de la cual esta nación se ha convertido en un ejemplo de desarrollo económico y consecuente mejora social. Es hoy el primer productor de cobre a nivel mundial y el que más reservas posee de este mineral.

Difícil hubiese sido imaginar el crecimiento del país trasandino sin esta actividad, que allí tiene decenas de años de desarrollo. Y el potencial conjunto es inmenso; como prueba de ello vale mencionar que la Argentina y Chile juntos representan la mayor reserva mundial de litio.

Ambos países cuentan con una bendición común: disponer de abundantes recursos que, bien desarrollados, son fuente de empleo y riqueza inigualables.

Hay, sin embargo, mucho desconocimiento en la Argentina sobre este sector productivo. En Chile, país históricamente minero, la población conoce más de cerca los beneficios que trae la minería a la sociedad y lo esencial que fue para su desarrollo, sin que ello implique desatender un factor clave: la sustentabilidad.

Al poder de la historia hay que sumarle la realidad actual: en Chile, ?minería, infraestructura y energía concentraron el 85 por ciento de las inversiones? en 2011, según publicó el diario El Mercurio. La participación de la minería en el PBI del país vecino creció desde un 7 por ciento en 2000 hasta un 19 por ciento en 2010, según el Ministerio de Minería trasandina. Las exportaciones mineras chilenas durante 2011 alcanzaron los 80.586 millones de dólares.

Símbolo de esta integración regional y pionero absoluto se erige Pascua-Lama, el primer proyecto minero binacional del mundo, que avanza a paso firme hacia su inauguración en 2014. Esta mina dará un fuerte impulso a la actividad económica a partir de una millonaria inversión que permitirá un efecto multiplicador en ambos países.

Entender a la minería como eje de integración es, en definitiva, valerse de las fortalezas y recursos de cada país para seguir avanzando juntos. No existe mayor integración posible que la del trabajo, y este proyecto binacional genera empleo a chilenos y argentinos, desarrolla y potencia sus industrias e incentiva la creación de nuevos negocios sustituyendo importaciones allí donde es factible hacerlo.

Los beneficios de la minería eran resaltados en el siglo XIX por Domingo Faustino Sarmiento, quien siempre fomentó el desarrollo de la actividad tanto en su provincia natal, San Juan, como en Chile, donde le tocó ejercerla durante su exilio. ?Las minas están llamadas a ejercer en la riqueza de Chile la más grande influencia?, pronosticó en aquel momento. Esa misma riqueza es la que también se pone en marcha en la Argentina.

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