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Chile

El mineral fue declarado como estratégico en la década del´70 y a mediados de los´80 se habló de que era la tercera posibilidad del país de sacarle un mejor provecho a este tipo de recursos, después de las experiencias del salitre y del cobre. Para los expertos es tiempo de que Chile piense en cómo darle valor agregado a sus riquezas y con ello generar una mejor estructura de negocios y de empleos.

31 de Octubre 2012.- La fallida licitación que realizó el Gobierno para la extracción de litio, volvió a poner sobre la mesa un tema que ya lleva años de discusión y que tiene relación en como sacar un mejor provecho a la comercialización de este mineral por parte del Estado. Y es que el tema no es para nada nuevo, ya a fines de los ’70, la administración encabezada por el general Augusto Pinochet decretó por ley la importancia estratégica de este mineral y prohibió la explotación por concesión a empresas multinacionales.

Pese a lo anterior, a mediados de la década del ’80, el litio era visto como la tercera oportunidad de Chile de aprovechar la riqueza de su suelo para obtener grandes beneficios económicos y sociales tras los años de bonanza que trajo el salitre en los últimos años del siglo XIX y los primeros 20 años de la centuria siguiente. Posteriormente fue el turno del cobre, el que hasta hoy es visto como el sueldo del país por las entradas que reporta su venta en los mercados internacionales y la cantidad de puestos de trabajo que genera.

En ambos casos, a ojos de los expertos, Chile falló a la hora de aportarle valor a esos recursos y prácticamente se limitó a ser un mero vendedor de materias primas, lo que si bien deja millonarias ganancias en las arcas fiscales, es una parte mínima de una torta mucho más grande.

Chile cuenta con más de la mitad de la reserva mundial de litio

El norte, en específico el Salar de Atacama, cuenta con los principales yacimientos de litio y se estima que sus reservas son equivalentes al 50% del mineral existente en todo el mundo. A eso se agrega que los costos de extracción son mínimos por la forma en que se encuentra el recurso, lo que permitiría mejorar los procesos productivos y orientarse a bienes manufacturados y seguir siendo competitivos a nivel mundial.

La importancia de este cambio radica, según los expertos, en las utilidades del litio en la construcción de elementos tecnológicos como celulares, baterías, notebooks, etc. De hecho se da el ejemplo de si una batería para un auto eléctrico cuesta 20 mil dólares, Chile con la extracción sólo aportaría 40 dólares en el valor final de esta fuente de energía autónoma. En otras palabras, de un mercado que le puede aportar beneficios por 800 millones de la moneda estadounidense podría, con las políticas adecuadas, apostar por uno de 25 mil millones, por lo bajo.

En este sentido, el docente de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad de Santiago , Francisco Castañeda, advierte que el gobierno no se ha percatado de las potencialidades del litio en la generación de este tipo de bienes con valor agregado, por lo que señala que “para lograr un mayor nivel de desarrollo y complejidad de la oferta productiva actual, y no depender tanto del precio de los commodities, que suben y bajan cíclicamente, debe generarse una red de innovación y competitividad mucho mayor a la alcanzada hasta el momento”.


Una apuesta por la innovación y el desarrollo

Para ello es partidario de fortalecer la interacción entre las empresas, las universidades y el Estado para aprovechar al máximo el potencial en innovación, desarrollo y diseño que tiene cada una de estas entidades. Al mismo tiempo, está convencido de que el Estado debe asumir un rol preponderante pues es el único que puede garantizar políticas públicas que obliguen a que la producción de litio esté relacionada a la innovación y que de esta forma se motive la conformación de consorcios tecnológicos o parques industriales.

“La empresa privada, al explotar el lito, va a maximizar su propio beneficio, lo cual se encuentra dentro de la lógica de la empresa privada. Sin embargo, es un recurso no renovable que tiene el país, por lo tanto pertenece a toda la sociedad que le debe dar un uso adecuado, y que ciertamente beneficie a todos en términos de lograr mayores encadenamientos productivos locales”, opina el académico de la USACH.

Por último, Castañeda es claro para indicar que el simple cambio de visión respecto a un recurso del país no traerá consigo un desarrollo económico y social, pues eso se debe dar un contexto mucho más amplio. “El país tiene que salir un poco de la estructura productiva actual e ir a nichos de mercado más duros, como se ha atrevido otros países como Corea del Sur, que lograron incorporarse en mercados que antes eran desconocidos para ellos (electrónica, computación, software) con una política industrial sólida”.

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