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Centro America

12 de Marzo de 2012.- La convención anual de minería en Toronto, Canadá, a la cual asistí invitado por el Gobierno de ese país, no para de crecer. Tuvo más de 30 mil visitantes en 2012. Hay gran demanda por minerales en el mundo y aumenta la avidez por explotar yacimientos en todas partes.

Guatemala tiene depósitos de oro, plata, níquel y hierro. Empresas canadienses, australianas, rusas y chinas, se interesan por esos yacimientos. Pero en la convención de Canadá, el papel de nuestro país fue modesto. Perú, México, Chile, Brasil y Argentina realizaron esfuerzos para atraer inversionistas. Nicaragua es la única nación centroamericana que montó un stand.

Guatemala en cambio está presente en la mente de los expertos por la mina de oro Marlin. Es un tópico recurrente, como ejemplo de conflictividad.

¿Qué se puede colegir para el país a partir de una convención semejante? Para empezar, que intentamos correr antes de aprender a andar. El Estado ha pasado de admitir a promover las inversiones extractivas, pese a que las instituciones nacionales llamadas a garantizar las buenas prácticas ambientales se encuentran muy por detrás de las necesidades reales.

El acuerdo voluntario sobre regalías, que aún no se plasma en ley, allana el camino hacia la inversión pero todavía no hemos sostenido una discusión pública, comprensible, respecto a qué se debe esperar en ingresos fiscales y no fiscales de los recursos mineros. ¿Vendemos demasiado baratas nuestras riquezas mineras? ¿Debemos explotarlos hoy o sería más razonable esperar? Luego, ¿cómo nos garantizamos que no sea la glotonería de los inversionistas o del propio Gobierno, sino el interés público, el motor principal de la industria extractiva? El país aún no define mecanismos razonables para consultar con las comunidades que viven junto a los yacimientos, ni se han establecido métodos para administrar conflictos. En el mundo civilizado es impensable explotar los recursos sin consultar a las comunidades.

El expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, cuenta que él venció la resistencia a los proyectos hidroeléctricos y mineros al garantizar personalmente los acuerdos. Empeñaba su prestigio político frente a las comunidades. Los canadienses, en cambio, procuran acuerdos entre instituciones y pobladores que den sostenibilidad a los proyectos. Esas son dos fórmulas distintas, ¿cuál habría de seguir Guatemala?

Carecemos de un ordenamiento territorial para establecer en dónde se puede explorar y explotar y en dónde no. Aquí, ni siquiera el sistema nacional de áreas (des)protegidas está a salvo de la voracidad extractiva.

Es lógico además aspirar a que junto a la extracción de recursos surjan industrias que, aprovechando la materia prima, den empleo y traigan prosperidad a más personas. Orfebrería, por ejemplo. Sin embargo, los expertos ven improbable que aquí llegue a desarrollarse algo semejante. En cambio, sí puede esperarse la capacitación de personas para plazas disponibles en todo el mundo. Porque la avidez por la minería está lejos de declinar. En ese sector habrá mucho empleos. Ese es un hecho incontrovertible (El Periódico de Guatemala).

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