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Nicaragua

Bonanza nunca vivió un momento más próspero. La venta de las acciones de los mineros hizo que se transformaran en la más impensada clase terrateniente

28 de Noviembre 2012.- En Bonanza todos hablan del mismo personaje. Fue hace 17 años cuando vieron a Dionisio Castillo Zacarías partir hacia Managua en una avioneta privada, contratada solo para él y su esposa, desde ese municipio del “Triángulo Minero” de Nicaragua.

Era finales de 1995, y meses antes todavía podían ver a Dionisio Castillo sucio y vestido con ropas viejas picando rocas en busca de oro. Pero ese día todo era distinto. Con traje nuevo, perfumado y con una enorme sonrisa iba a cumplir el sueño de toda su vida: viajar.

Bonanza, un pequeño poblado tropical de la Región Autónoma del Atlántico Norte, RAAN, por esos años vivía la privatización de la concesión minera. Cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, perdió en 1990 inesperadamente las elecciones, repartieron acciones entre los mineros.

Dionisio recibió veinte acciones. Por ellas, la empresa minera Hemco, que ganó la concesión de explotación de oro en Bonanza, le dio US$10,000. Ahí empezó la locura.

Se burlaban de él

A este hombre moreno, regordete, descendiente de indígenas mayangnas, siempre le gustaron las fiestas. Cuando tenía 13 años llegó a Bonanza en busca de trabajo, pero no lo aceptaron por ser demasiado pequeño.

Se burlaban de su estatura y le decían que tomara guabul --una bebida común de la zona caribeña, que se hace con plátano cocido desbaratado-- para que pudieran aceptarlo en la mina.

Su mamá decidió enviarlo a estudiar. Al poco tiempo lo expulsaron porque empezó a beber licor y a enamorar a sus compañeras del colegio. En ese tiempo le apodaron “Two Talla”, porque siempre pedía dos veces comida.

Fue hasta que tuvo 23 años y gracias a un “enganche” cuando lo aceptaron como minero. Trabajó duro durante 29 años, metido en huecos profundos buscando rocas con oro.

Varias veces tuvo accidentes. Algunos muy graves. Aún tiene las marcas en la cabeza de las dos veces que quedó enterrado bajo piedras que se derrumbaron de las minas. Sobrevivió de milagro.

Pero cuando tenía 52 años el dinero que recibió por la venta de sus acciones le cambió la vida. Aunque haya sido por un momento.

Renta vuelo privado

Aquella mañana, con el dinero en mano, lo primero que hizo fue correr para alquilar una avioneta en la línea aérea “La Costeña”. No recuerda ni cuánto le cobraron, pero sí que la rentó para viaje privado.

Viajó por toda la Costa Caribe del país. Hizo estación en Bluefields, después se fue a Corn Island, y rentó una lancha para conocer Little Corn Island. La avioneta lo esperaba en cada lugar, era una especie de taxi particular.

“Uno puede aguantar todo, hasta que se te derrumbe el cielo de piedra encima”, dice. Pero cree que es mejor morirse que no hacer lo que quiere cuando se puede. Y con todo ese dinero hizo lo que se le vino en gana.

Quebró el vidrio de la avioneta

Dionisio Castillo está sentado en un pupitre de madera. Son las siete de la mañana del viernes, y todos sus hijos en su vieja casa de madera escuchan entre risas sus anécdotas, como si fuera la primera vez que las contara.

Esos días anduvo borracho, y dice que de la “alegría” que sentía incluso quebró el vidrio de la avioneta. Se sentía todopoderoso. Incluso, tenía contratado un escolta que ni siquiera hacía su trabajo “porque se la pasó bebiendo guaro también”.

Asegura que sobrevoló Guatemala y Costa Rica solo para conocer. Pero no se sabe si es verdad o fue engañado por los pilotos de la avioneta.

En Bonanza no hay un solo personaje vinculado a la minería que no recuerde la anécdota del viaje de “Two Talla”. Pero no fue el único que vivió la locura del oro.

Arribaron al Vale Todo

Gerardo Downs recibió US$7,000 por sus acciones. Recuerda que en esos días el pequeño aeropuerto con pista de tierra parecía terminal de buses, con viajes saliendo todo el día.

Él se fue en un vuelo junto a otros 15 mineros rumbo a Managua. A “celebrar” que tenían dinero y de sobra.

Nadie sabe con exactitud, en Bonanza, qué hicieron esos hombres. Pero en el pueblo de 40,000 habitantes se cuentan muchas historias exageradas de lo que vivieron esos días. Pero no son tan alejadas de lo que pasó en la realidad. Downs dice que cuando llegaron al hoy desaparecido Club Vale Todo, en Managua, fueron recibidos con algarabía por el dueño del local. Los saludaba por los altavoces del negocio dando la bienvenida a “los mineros de Bonanza”.

Los aplaudieron al llegar. No era para menos, pues desde una semana antes habían llegado varios mineros de Bonanza a consumir licor todo el día. Incluso algunos andaban en short y chinelas en el negocio.

“Se sentían en su casa”, comenta. Luego agrega con una sonora carcajada que muchos decían que eran gerentes de la empresa minera.

Colapsaron servicio eléctrico

Bonanza nunca vivió un momento más próspero. La venta de las acciones de los mineros hizo que se transformaran en la más impensada clase terrateniente.

Se creían millonarios. Como Downs y los otros mineros que llegaron al Aeropuerto de Managua, y en vez de irse juntos al Club Vale Todo lo hicieron cada cual en su propio taxi alquilado.

Hubo algunos que aprovecharon mejor su dinero e instalaron negocios como las populares tragamonedas, que son el vicio actual del pueblo. Otros compraron televisores, micro ondas, equipos de sonido y toda clase de electrodomésticos.

El único problema es que en Bonanza en esos años no existía energía eléctrica porque dependían de la electricidad que vendía al pueblo la compañía minera Hemco.

“Pero como todos traían cosas eléctricas, el pueblo colapsó”, menciona Downs.

Tuvieron que empezar un tipo de racionamiento que terminó hasta hace dos años cuando fueron conectados al Sistema Eléctrico Nacional.

También se generalizaron las usuras. Llegaron muchos interesados en comprar las acciones de los mineros y se las compraban con engaños.

A Downs, por ejemplo, lo invitaron para asistir a un seminario a Managua, y ya en el lugar al verse sin un centavo se vio obligado a vender el resto de sus acciones. Historias así se repiten en el pueblo.

Diez mil dólares cada uno

Tampoco se supo cuánto dinero se perdió en ese derroche de 1995. Pero un cálculo elemental hace sospechar que fue bastante. Eran al menos 1,200 mineros que recibieron en promedio US$10,000 cada uno.

Dionisio Castillo Zacarías solo guarda una vieja fotografía de sus días de euforia. Está rota. No quiere confesar si la cortó a propósito. Sale abrazado al que contrató como taxista particular cuando llegó a Managua, y en la parte cortada está su exesposa.

“El taxista fue el único buena gente de toda esta aventura”, dice.

“Two talla” fue el primer minero en volver al pueblo sin un centavo. Lo había gastado todo. Su esposa lo dejó cuando lo creyó sin dinero.

En estos días en Bonanza andan estafadores haciéndose pasar por abogados ofreciendo la “recuperación” de las acciones a los mineros. Les dicen que les van a volver a pagar por esos papeles. Dionisio, con una sonrisa, dice que no les cree. Pero se pone a imaginar que es cierto y se ve feliz. Dice que volvería a volar.

 

Cifras que hicieron historia

Las indemnizaciones a los mineros en la época de la privatización provocó cifras dignas de una obra de ficción nunca imaginada

US$10,000 fue la indemnización otorgada a Dionisio Castillo

1,200 mineros recibieron en promedio US$10,000 cada uno

15 mineros acompañaron a Castillo a Managua a “celebrar”

13 años tenía cuando llegó a Bonanza en busca de trabajo

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