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Internacional

El Filón Madre del oro de California permaneció oculto precisamente hasta las 7:30 de la mañana del 24 de enero de 1848. en aquel instante y en el lugar llamado Coloma, sobre el brazo meridional del Río Americano

20 de Noviembre 2012.- El Filón Madre del oro de California permaneció oculto precisamente hasta las 7:30 de la mañana del 24 de enero de 1848. en aquel instante y en el lugar llamado Coloma, sobre el brazo meridional del Río Americano, un tal Jacobo Marshall, que estaba construyendo un molino para el colono suizo John Sutter, fue a cerrar la compuerta del saetín. 

En vez de hacerlo así, abrió de par en par las compuertas de la historia. Porque allí abajo, bajo 15 centímetros de agua fría y cristalina, había un depósito de pepitas de oro , amarillas que no estaban el día anterior.

Marshall golpeó con una piedra las pepitas de oro que había sacado del agua. No se rompían sino que se aplanaban mas y mas a cada nuevo golpe. John Sutter se quedó pasmado cuando vio al capataz del molino irrumpir en su casa de Fuerte Sutter.

Cuando Marshall desató lo que llevaba envuelto en un trapo, Sutter, el autodidacto negociante, abrió su enciclopedia y encontró en sus páginas las pruebas del oro . Los dos hombres se miraron espantados y luego se juraron mutuamente guardar el secreto de aquel oro , pero Marshall había hablado ya y Sutter no fue mas discreto, de modo que para marzo de aquel mismo año el secreto de oro se había divulgado y las consecuencias fueron para Sutter tan desastrosas como lo había temido.

En la insensata fiebre del oro que a todos enloqueció, colonos usurpadores le robaron las tierras, rufianes le arrebataron las mercancías de los estantes de su almacén, sus peones campesinos dejaron podrirse las cosechas, sus empleados y sirvientes abandonaron el fuerte.

 

En toda California las haciendas quedaron sin gente por el oro y se cerraron las tiendas. Los soldados desertaron de sus puestos del ejército, y otro tanto hicieron los destacamentos enviados para capturarlos. A medida que llegaban los barcos a San Francisco, oficiales y marineros marchaban a los yacimientos del oro .

En aquellos primeros meses todo el mundo tuvo suerte. Las pepitas de oro estaban esperando en los lechos de los arroyos. Nada tuvo de particular que un minero extrajera 175 gramos de oro de los agujeros de una roca tan fácilmente. Otro recogió mas de un kilo de oro en 15 minutos.

Cuando se agotaba una zona de rendimiento fácil de oro , los improvisados mineros se marchaban alegremente a otra, y así fueron recorriendo los 445 kilómetros de vueltas y revueltas del filón de oro que corría por las estribaciones de la Sierra Nevada.

Tan lentas eran las comunicaciones entre California y la costa atlántica que hasta setiembre de aquel año no apareció la nueva del filón del oro en el Sun de Baltimore, primer periódico del Este que la publicó.

 

Para enero de 1949 habían salido de los puertos del Este 90 barcos. Algunos aventureros emprendieron el largo y costoso viaje por el Cabo de Hornos, otros se embarcaron para Panamá, cruzaron el itsmo y volvieron a embarcarse rumbo a San Francisco, para ir en busca del ansiado oro . Algunos impacientes intentaron llegar a San Francisco desde Panamá a bordo de canoas de tronco movidas a remo.

Tan atestados iban algunos barcos que el escorbuto y el cólera hicieron estragos a bordo, y muchas embarcaciones ineptas para la navegación y rebosantes de buscadores de oro desaparecieron sin dejar rastro.

A pesar de tanto descalabro, solamente el primer mes del ilustre año 1849, nada menos que 8.000 cazadores de fortuna pasaron por la Puerta del Oro . Con la llegada de la primavera se inició la marcha por tierra a California, por muchas rutas, todas erizadas de dificultades que los novatos no estaban preparados para vencer.

California nació en un ascua de oro

Algunos emprendieron el viaje a pie con al esperanza de cruzar el continente empujando una carretilla, otros fueron en galeras de toldo con mujeres y niños, que fueron patéticos rehenes de la riqueza y la fiebre del oro . La influencia súbita de millares de blancos, todos ellos armados, sublevó a las tribus indias. Montañas y desiertos quedaron regados de cadáveres descabellados y quemadas galeras.

 

Hubo un momento en que 20.000 hombres, mujeres y niños, desesperados e impotentes, esperaron que llegara en su auxilio el ejército nacional. Los aventureros de 1849 eran por lo general mozos de entre 20 y 30 años. Muchos pertenecían a buenas familias y eran instruidos, aunque no en minería.

En aquella primera etapa de la cordialidad fue tan grande la camaradería que un pico y una pala clavados en la orilla del río bastaban para justificar una denuncia. La mayoría de los aventureros del 49 no disponían de otro albergue que tiendas de campaña, chozas y cortinas de muselina extendidas sobre los arbustos.

Era sin embargo tan fácil encontrar el polvo de oro para pagarlo todo, que muchas veces llegaban a los campamentos champaña y ostras antes de que los artículos de primera necesidad. Cuando un hombre se hacía rico, celebraba su fortuna con una juerga para todo el campamento y hasta arriesgaba el resto de sus ganancias en las mesas de juego.

Si lo perdía todo, retornaba alegremente a cocinar sus propias judías, confiado en la generosidad sin límites del Filón Madre del Oro . En 1850 cambiaron el número y la clase de buscadores de oro . En California había oro en tierras de dominio público, oro que pertenecía a quien lo denunciara. Estos aventureros se avecindaron a lo largo del Filón en poblaciones que surgían como por ensalmo y llevaban nombres ingleses o españoles.

 

Entonces se hizo mas difícil encontrar oro . Cuando las bolsadas superficiales se agotaron, los mineros empezaron a trabajar los placeres secos, los pedregosos lechos de antiguos ríos. Se inició la explotación de las laderas, desgarraron la tierra, la apilaron en grandes cribas, excavaron largos trechos y la hacinaron en montones que parecían olas de un mar helado.

La codicia empezó a transformarse en crimen entre los moradores de los atestados campamentos. Por la noche se robaban unos a otros lo que quedaba en las gamellas de lava. Formaban partidas armadas para despojar al minero solitario de la mina que había denunciado o forzarle mediante tortura a mostrar el lugar donde escondía sus hallazgos de oro .

Asaltaron las diligencias. Entre 1848 y 1854 los duelos, las riñas y los asesinatos costaron 4.000 vidas. Ya en 1853 el Filón Madre del Oro había llegado a la cúspide de su producción, 67. 613. 487 dólares de oro en aquel solo año, pero la minería de placeres estaba terminada. El oro restante se hallaba en las entrañas de la tierra, en los minerales de cuarzo.

Esto exigía excavaciones profundas, túneles en la roca viva, molinos de pisones. La Gran Bonanza del oro , en Sonora, tuvo una semana cumbre en 1870 durante la cual rindió medio millón de dólares, y un día en el cual alcanzó la producción de 160.000 dólares.

 

De los primitivos mineros que por sus propias manos habían trabajado con pico y artesa, fueron muy pocos los que aprovecharon la nueva técnica de explotación y lograron abrirse camino en el laberinto de las altas finanzas, para volver a invertir dinero en propiedades mineras aun mas importantes.

Lo mas corriente era que los mineros vendieran sus propiedades en cuanto se les presentaba ocasión favorable. Una vez que pasó la época del fácil enriquecimiento, las alegres muchachas desaparecieron de los campamentos, y fueron llegando las esposas con la aguja y la sartén y la vajilla de loza, con sus esquejes del rosal de la casa y su profundo anhelo de reconstruir el hogar.

California nació en un ascua de oro , pero se crió en las gamellas del 49 y allí, en el turbión, se aquilató el metal verdadero de su ser.

Lukor
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