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Chile

La historia detrás de Édgar Busto, de 47 años, hijo de una enfermera y del esfuerzo. Este santandereano está forrado en quilates de humildad.

Lunes 24 de Febrero de 2014.- El coscorrón de un cura salesiano hizo que Édgar Busto Báez, a sus 18 años, renunciara a dedicar su vida como profesor rural en Agua de Dios, un pueblo humilde de Cundinamarca, donde su mamá era enfermera.

Pasados 30 años, ese regaño aún lo recuerda con gratitud, pero ya como presidente de Minera Escondida. Se trata de la explotación a cielo abierto de cobre más grande del mundo, en Chile, y convierte a Busto en el colombiano que tiene hoy el cargo ejecutivo más alto alcanzado en esta industria global.

Minera Escondida es a Chile como Ecopetrol a Colombia: la empresa de mayores ingresos, que extrae al año 1,1 millones de toneladas de cobre, emplea a más de 10 mil personas y es una de las principales operaciones entre el centenar que tiene la gigante australiana BHP-Billiton, líder global de este negocio.

Vestido de guayabera, de semblante afable, este ingeniero nacido en Málaga (Santander) en 1947, se le veía caminar con sencillez, como uno más, por los pasillos del congreso del Sector de Minería a Gran Escala, que concluyó el viernes en Cartagena. En su tercera versión fue invitado para hablar en lo que se ha vuelto experto: hacer buenas relaciones con las comunidades cercanas a las operaciones mineras, aunque, paradójicamente, en el auditorio no había representantes de ellas.

A la minería, Busto llegó por casualidad. Luego de caminar cuatro horas diarias para ir y venir de la escuela, después de concluir su bachillerato en Agua de Dios, tras probar sin éxito hallar empleo en Bogotá. Así terminó en Bucaramanga, en casa de unos familiares.

—Entré a estudiar metalurgia en la UIS (Universidad Industrial de Santander). No sabía nada de eso y mucho menos de minería. Solo sabía que había cupos, tenía un buen Icfes y me gustaban las matemáticas —relató con simpleza Busto a El Colombiano.

Y le fue muy bien. Para tranquilidad económica de su madre, la universidad solo le costó 18 mil pesos de la primera matrícula. El resto de los semestres se los pagó con la beca que da tener el mejor promedio académico. Y se graduó con honores.

A los mejores los premiaban con la práctica en Cerro Matoso, la operación de BHP-Billiton en Montelíbano (Córdoba). Lo contrataron en 1989, con la condición de aprender inglés en seis meses —lo logró, "no hay éxito sin esfuerzo", dice —, mientras se destacaba en el área técnica de la operación.

A los tres años ya estaba en un laboratorio conjunto de la compañía con la Universidad de Arnhem (Holanda). Allí estuvo cuatro años, nació el primero de sus tres hijos y no solo aprendió de hidrometalurgia, sino una lección para toda la vida:—Me mandaron a conocer una planta que procesaba plata y zinc, pero estaba cerrada por haber botado cenizas a una carretera y con el agua se produjo contaminación por metales pesados. Regresé y me preguntaron sobre lo que aprendí y dije que estaba cerrada. Me corrigieron: aprendiste que no se debe botar cenizas a una carretera —apunta con sencillez.

A su regreso a Cerro Matoso comenzó a ascender y fue, entre otras, gerente del área de fundición, tuvo a cargo temas seguridad, medio ambiente y relación con comunidades.

Con la inversión de BHP-Billiton a Cerrejón lo enviaron en 2001 como responsable de un complejo cargo: "integración, reingeniería y optimización". Luego de dos años de exitosa gestión, de alinear bien a los equipos, lo enviaron a Tintaya, una mina de cobre al sur del Perú, como el primer gerente latino de un activo en la región.

Las relaciones tensas con los poblados vecinos las llevó al campo de la cooperación, al punto que estas comunidades fueron determinantes ante una toma hostil de otros habitantes de la zona.

La situación se superó por la vía de diálogo y se convirtió en caso de estudio de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).—Los conflictos se resuelven hablando y con paciencia, eso sí, con todos los actores, sin excluir a nadie de la mesa. Al final, logramos que las comunidades pudieran redescubrir su norte.

Con ese antecedente asumió en 2006, y por tres años, la vicepresidencia global de BHP Billiton de Salud, Seguridad, Medio Ambiente y Comunidad, en Melbourne (Australia). Desde allí imprimió a las operaciones de todo el mundo la experiencia ganada.

En diciembre 2009 le encargaron la presidencia de Minera Escondida, en la región chilena de Antofagasta. Y más allá de sus notables resultados económicos y ajustes de producción, Busto destaca los cambios positivos en materia ambiental, en el modo de relacionarse con comunidades del área de influencia.

—¿Y cuál ha sido su secreto en este largo camino?— Creo que la sensibilidad humana y los deseos de aprender siempre. De quienes más he aprendido es de las personas humildes. Nadie es más que nadie, la diferencia no está en el dinero, sino en saber aprovechar las capacidades —concluye antes de mirar su reloj y volar Cartagena-Santiago-Melbourne.


DICEN DE...
UNA MINERÍA CON CAPITAL SOCIAL

El colombiano Édgar Busto Báez, presidente de Minera Escondida, ve desde afuera a Colombia en un momento de inflexión para aprovechar la minería como una oportunidad que no debe dejar pasar para alcanzar desarrollo económico y social, eso sí, cumpliendo todas las normas ambientales. "Debe haber pronto acuerdo entre todos los actores de la minería, desde Gobierno, empresarios y comunidades. Escuchado la historia de Tumaco (Nariño), pensaba qué triste: "la minería podría aportar a construir capital social". Chile es ejemplo de que puede ser así, trabajando todos juntos".

EN DEFINITIVA
Este ejemplo refuerza el viejo refrán de que "nadie es profeta en su tierra", pero su trabajo y conocimiento bien pudiera aplicarse a muchos de los conflictos mineros que vive el país.

Elcolombiano.com

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