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Internacional

Los mayores precios del metal probablemente llegaron para quedarse.

27 de Septiembre de 2011.- Las puertas cerradas de una biblioteca pública en West Norwood, un área gris de la parte sur de Londres, constituyen un indicador económico muy improbable. Pero en una quejumbrosa nota en que se explica el cierre ­ladrones despojaron el techo de su revestimiento de cobre, lo que permitió que la lluvia mojara los libros­ se indican profundos cambios en la economía global. Y el cobre es el metal que está directamente más involucrado.

La policía en Londres ha notado una estrecha correlación entre los robos como el de West Norwood y el mercado global de los commodities. Alrededor del mundo, los atracos relacionados con cobre se han disparado junto con su precio. Según una serie de informes, la sustracción de cables ha ocasionado retrasos en los trenes y ha detenido las reparaciones de las redes de telecomunicaciones. Calderas de calefacción, tuberías y aparatos de aire acondicionado han sido saqueados.

Se cree que los movimientos del precio del metal anticipan los cambios en la economía mundial. La teoría parece convincente. La excelente capacidad que tiene el cobre para conducir la electricidad y el calor significa que no sólo es utilizado para cablear e instalar tuberías en el mundo. Un automóvil promedio contiene más de 25 kilogramos del metal; los aparatos electrónicos, desde computadores a teléfonos móviles, utilizan cobre para el cableado y los contactos.

Su ubicuidad significa que la creciente demanda debería ofrecer una indicación temprana de un repunte en la industria manufacturera y la construcción. Por ejemplo, el cobre se hundió en las primeras etapas de la crisis crediticia, y luego comenzó a recuperarse, a finales de 2008, meses antes de que el mercado de valores empezara a repuntar. Dicha predictibilidad es ahora motivo de preocupación. A medida que los temores de una nueva recesión aumentan, el cobre se ha desplomado a sus mínimos en diez meses.

Pero este metal es ahora menos sensible a las alzas y bajas de las economías ricas respecto de lo que era antes. En 2003, antes de que todo el peso de la economía china llegara a ser evidente, la tonelada de cobre se cotizaba bajo los US$2 mil. Alcanzó los US$10 mil por tonelada a principios de este año, antes de caer a los actuales US$8 mil 400.

Tal es la escala de urbanización e industrialización de China ­las cuales requieren abundantes suministros del metal­, que el país ya consume a lo menos el 40% (y según algunas estimaciones, el 50%) de la producción mundial, que en 2010 alcanzó alrededor de 16 millones de toneladas. Se espera que la demanda mundial por el metal aumente en más de 40% y llegue a 27 millones de toneladas para 2020.

El cobre no es el único en sentir el efecto de China en la demanda. Pero el metal es también una especie de piedra de toque por el lado de la oferta. Tras casi una década de una desenfrenada compra de materias primas por parte del país asiático, los jefes de las grandes empresas mineras están empezando a hablar sobre los crecientes problemas para conseguir todo tipo de minerales de la tierra. El cobre es lo que mejor ilustra los problemas que hoy enfrentan.

Hay muy pocos nuevos yacimientos cupríferos de gran tamaño en el corazón de Norte y Sudamérica y Australia. La producción anual de Escondida en Chile, la mayor mina de cobre del mundo, alcanzó un máximo de producción de alrededor de 1,5 millones de toneladas en 2007. La única nueva mina que se acerca es Oyu Tolgoi de Rio Tinto, en Mongolia, la cual comenzará la producción comercial en 2013 y eventualmente podría llegar a producir la mitad de dicha cantidad.

La nueva oferta de cobre va a ser cada vez más dependiente de minas más pequeñas que están a mayor profundidad y tienen una menor ley del mineral. Como observa Gayle Berry, de Barclays Capital, estos yacimientos también se ubicarán principalmente en zonas de mayor riesgo, tales como el cinturón de cobre de África, que se extiende a través de Zambia y el Congo. Los chinos también tienen una mina en Afganistán.

La falta de infraestructura vital, como carreteras, ferrocarriles, energía y agua, y procesos cada vez más extensos para conseguir permisos de explotación minera, harán que las nuevas minas sean mucho más costosas.

Esto es una mala señal para el suministro futuro. Los tiempos de entrega para los nuevos proyectos, que alguna vez tardaban entre cuatro y cinco años, se han empinado hasta siete u ocho años.

Es probable que los precios del cobre también se mantengan altos debido a la falta de buenos sustitutos. El aluminio también se puede utilizar para los cables eléctricos, pero se tiene que emplear una mayor cantidad para lograr el mismo efecto. No sirve de nada para los dispositivos electrónicos cada vez más pequeños.

En el corto plazo, el precio del cobre puede ir a la baja a medida que el crecimiento se desacelera en EE.UU. y Europa. Pero los altos precios han provocado la reducción de los stocks en China y dicha carencia tendrá que ser repuesta con el tiempo. En el largo plazo, los fundamentos han convencido a la mayoría de los analistas de que los altos precios están aquí para quedarse (Emol).

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