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Colombia

Lunes 18 de Marzo de 2013.- Lejos estábamos de considerar al Huila como una región minera pero pareciera que vamos en ese camino. En las recientes dos décadas se han otorgado 210 títulos mineros para explotar áreas de más de 72.000 hectáreas para la búsqueda de varios minerales como el oro, mármol, dolomita, material de construcción y la arcilla, y se han estudiado 485 solicitudes de otros títulos para un área diez veces mayor a la ya concedida. Nos enfrentamos así una nueva realidad, que también se vive en diversos sitios del país con la inevitable confrontación entre la posibilidad de ingresos fiscales para la región, generación de empleo y el entorno ambiental que, en cualquier caso y tomando todas las precauciones posibles, se verá afectado a corto y largo plazo.

Justamente la autoridad ambiental, la CAM, ya ha alertado acerca de que este panorama minero del Huila se está abriendo paso con un gran número de títulos en áreas protegidas; así se registra en casi 7.000 hectáreas en zonas declaradas de importancia ambiental por dicha corporación y que hacen parte del área otorgada por la Agencia Nacional de Minería a través de 43 títulos mineros. Y es aún más preocupante si se tiene en cuenta que 77 títulos mineros fueron solicitados para intervenir casi 90.000 hectáreas en las mismas zonas. Lo que resulta complicado de entender es porque, mientras la autoridad ambiental hace esfuerzos para contener la expansión minera hacia áreas claramente de reserva y, por ende, de obligatoria protección, el Ingeominas y la Agencia Nacional de Minería se obstinan en recibir solicitudes y otorgar licencias en esos territorios constitucional y legalmente vedados para explotación.  Estamos hablando de afectaciones sobre zonas de reserva forestal, parques naturales regionales y áreas de humedales.

Es un asunto vital el que se definan, y respeten, los exigentes parámetros técnicos y ambientales para conceder los títulos de explotación; sobra decir que la minería, tan atractiva por sus resultados económicos, genera graves impactos sociales y ambientales puesto que modifica de tajo su composición, utiliza elementos químicos muy nocivos para el aprovechamiento de los minerales y a largo plazo deja unas huellas difícilmente borrables. Y en todo caso habrá que decir que no es la minería la vocación productiva del Huila; donde tenemos mucho mayor sentido práctico y técnico de la agricultura, agroindustria, la ganadería y los servicios asociados al turismo que la búsqueda, extracción y explotación de rocas.

Y no deja de preocupar que ya polémicas y arrasadoras compañías mineras multinacionales, con antecedentes negativos en otras regiones cercanas como el Tolima, estén tramitando títulos en esta parte del país, como la Anglogold Ashanti. Resta esperar que las autoridades nacionales, tan ansiosas de engrasar aún más la locomotora minera, no se salten a la región en la discusión de un asunto vital para las presentes y futuras generaciones.

“Mientras la autoridad ambiental hace esfuerzos para contener la expansión minera hacia áreas claramente de reserva y, por ende, de obligatoria protección, el Ingeominas y la Agencia Nacional de Minería se obstinan en recibir solicitudes y otorgar licencias”.

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