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Internacional

Los yacimientos de litio en suelo afgano, según el Pentágono, superarían un valor de 850.000 millones de euros.

Martes 15 de Enero de 2013.- “La guerra de Afganistán está terminando”, aseguraba el sábado en su mensaje semanal el presidente de Estados Unidos Barack Obama. Unas horas antes había muerto en acto de servicio el sargento español David Fernández Ureña mientras la opinión pública española volvía a preguntarse qué hacemos allí. El discurso oficial sobre la defensa de la democracia y los Derechos Humanos ya está dejando de hacer efecto.
Por el contrario, crece la impresión de que las apuestas en Afganistán son sobre todo económicas. Y eso es difícil explicárselo a la población de unas sociedades ricas. Actualmente la estrategia norteamericana en Afganistán consiste en consolidar el cambio del paisaje político en el país, desalojar a los talibanes de las áreas más importantes desde el punto de vista económico, entregar el poder civil y militar a los aliados afganos y dejar lista, eso sí, una gran vía de comunicación circular que garantice el tráfico de mercancías en el interior.

¿Qué mercancías? Fundamentalmente los minerales, que son la gran riqueza afgana, pero que permanecen infraexplotados desde hace años. Esa vía de comunicación es la denominada Ring Road: 3.000 kilómetros de asfalto que los norteamericanos empezaron a construir en los años 60, que prosiguieron los soviéticos en los 80 y que han vuelto a crecer tras la invasión norteamericana de 2001. El último tramo que queda por construir es el de la provincia de Badghis, al noroeste. Como es una región de orografía difícil y fuerte actividad talibán, se está construyendo a modo de cordón protector una carretera paralela, cerca de la frontera con Turkmenistán. Ahí están los soldados españoles.

Esa carretera que los españoles tratan de construir bajo la amenaza de los talibanes se llama Ruta Lithium. Sorprendentemente, poca gente se ha preguntado por qué. La versión oficial dice que el nombre obedece a la nomenclatura oficial de la OTAN. Sin embargo, el litio juega un papel decisivo en todo esto.

Afganistán ya era célebre por sus yacimientos petrolíferos desde los años 30 del pasado siglo. Después, en los años 60, justo antes de la invasión soviética, se dio a conocer la gran riqueza mineral de Afganistán: oro, cobalto, cobre, hierro, gas natural...

Descubrimiento

Desde entonces ese país no ha conocido otra cosa que la guerra. Pero el atractivo minero del suelo afgano se disparó aún más cuando, en junio de 2010, el Pentágono hacía público el descubrimiento de ingentes reservas de litio. Un grupo de oficiales y geólogos norteamericanos, dirigido por el propio Pentágono, había localizado yacimientos minerales que, en conjunto, alcanzaban un valor de 825.000 millones de euros. Eso es más de la mitad de todo el PIB de España. Y la estrella del hallazgo era precisamente el litio.

El litio, llamado “el mineral del siglo XXI”, sirve para muchas cosas. Por supuesto, para las baterías eléctricas recargables de los equipos tecnológicos, dado su altísimo calor específico. Igualmente se usa en la síntesis de compuestos orgánicos. Pero el litio tiene también aplicaciones en las aleaciones de aluminio, cobre y cadmio que se emplean en la construcción aeronáutica, por ejemplo.

Del mismo modo se han desarrollado aplicaciones del litio en la obtención de energía nuclear. Y además, el hidróxido de litio sirve para depurar el aire en las naves espaciales y los submarinos. Hasta ahora, los principales productores mundiales de este mineral eran Bolivia y Chile, que generan el 50% y el 41% respectivamente de todo el litio que se consume en el mundo. El hallazgo de grandes depósitos de litio en Afganistán cambiará el paisaje.

Control

¿Estamos muriendo, pues, por el litio afgano, del mismo modo que en Irak se moría por petróleo? Los institutos de estudios estratégicos en Occidente sostienen que la libertad y la independencia de los países están en función de su capacidad para controlar los recursos económicos, y en particular los energéticos: a mayor poder, más posibilidades de ser libres.

En ese sentido, controlar el litio en Afganistán, el coltán en el Congo o el petróleo en Oriente Medio equivale a garantizar nuestra libertad y nuestra seguridad. Malos tiempos para la épica. 

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