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Chile

Martes 26 de Noviembre de 2013.- The Lex Column. Hay peligro de que Chile, el mayor productor de cobre del mundo, tendrá problemas para mantenerse como un lugar para que las mineras del metal rojo inviertan en nueva capacidad.

Más educación. Más igualdad. Son cosas bonitas que está prometiendo Michelle Bachelet, quien espera volver a ser la presidenta de Chile tras la segunda vuelta de elecciones en diciembre. Pero hay otro desafío para ella en caso de que gane. Hay peligro de que Chile, el mayor productor de cobre del mundo, tendrá problemas para mantenerse como un lugar para que las mineras del metal rojo inviertan en nueva capacidad.

Otra promesa de Bachelet -elevar el nivel de impuesto a las empresas- podría no ayudar. Un planeado incremento en la tasa de 20% a 25% le quitaría 5 centavos a las ganancias por acción el próximo año a Antofagasta, la minera chilena listada en la bolsa de Londres, según el cálculo de Investec. Los 61 centavos restantes considerarán en el precio los mayores pagos por parte de las mineras a las fundiciones el próximo año. Pero hay más para fundir: la oferta extraída está subiendo a medida que la ola previa de inversión industrial en capacidad se pone en línea.

Una pregunta para el alto múltiplo para Antofagasta entonces (se transa a 16 veces las ganancias futuras) es dónde puede encontrar crecimiento a bajo costo de producción. Dos nuevos proyectos en Chile necesitarían que los precios futuros del cobre estén por sobre los US$7.000 por tonelada métrica y ambiciosos niveles de producción anuales para que valga la pena construir, estima Goldman Sachs. La mina Antucoya de Antofagasta Minerals, que empezará a operar en 2015, ya es la más intensiva en capital de la industria.

Las minas más antiguas de Chile seguirán funcionando en el corto plazo. En el último trimestre, la producción saltó un tercio en Escondida, el envejecido caballito de batalla del desierto de Atacama, y la mayor mina de cobre del mundo. Pero hacia adelante, Escondida se está quedando sin agua. BHP Billiton, el accionista mayoritario, está pagando US$2.000 millones por la planta desalinizadora. Esta no entrará en operación hasta 2017. Bachelet podría estar lista para cortar la cinta. Pero la escasez de agua en general (¿obtendrán las mineras o los votantes secos las primeras ventajas?) definirán su desafío.

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