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Chile

El director del Centro de Innovación en Minería de la Universidad Adolfo Ibáñez plantea que, en términos generales, la minería ha aprovechado el boom. Agrega que por décadas llegar a US$1 por libra era una utopía, y que por ello el súper ciclo significó una verdadera revolución.

Jueves 05 de Diciembre de 2013.- Se desempeñó en Codelco por 25 años, alcanzando la vicepresidencia de Desarrollo, cargo que desempeñó en 2011. Desde ese puesto fue protagonista de las dos etapas de la minería del cobre en Chile: la de los precios bajos -"celebrábamos cuando el cobre se acercaba a US$1 por libra", recuerda- y del boom de precios desatado en 2004.

Hoy, desde la academia -es director del Centro de Innovación en Minería de la Universidad Adolfo Ibáñez-, Juan Enrique Morales asegura que uno de los grandes cambios ha sido el encarecimiento de los proyectos, que es complejo en una industria que permanentemente debe invertir no sólo para crecer, sino en muchos casos sólo para mantener los niveles productivos.

¿Cuáles son los principales cambios que ha dejado a la minería nacional el boom de precios?

-Muchos, pero hay algo que como efecto macro es importante, y que es el aumento significativo del costo de inversión por unidad de producción. En estos últimos diez años aumentó el costo de un proyecto, medido por unidad de producción, de manera muy importante. Nosotros estábamos acostumbrados a valores de US$3 mil por tonelada de cobre fino y hoy los últimos proyectos están sobre US$20.000 por tonelada.

¿A qué se debe esa situación?

-Este cambio no sólo tiene que ver con la eficiencia y no es algo que ocurra sólo en Chile, porque gran parte del efecto viene de afuera. Primero, los equipos: la minería es muy intensiva en ello y en todo el mundo los equipos subieron. El valor de molinos, chancadores, supresores de polvo, etc. Lo otro que subió fuertemente, que también es un componente internacional, son los servicios de ingeniería. Y también a nivel global y local son los insumos, como el acero. Y cuarto, algo que es un efecto de la cual la minería ha contribuido, es el encarecimiento de la mano de obra; no es sólo lo que un trabajador se lleva para el bolsillo, sino que también en términos adicionales como en beneficios. Este componente es bien significativo, porque hay que tener en cuenta que no va a ser tan fácil bajarlos en el futuro.

En términos productivos, ¿qué cambios generó el alza de los precios?

-Hay un cambio de enfoque absoluto. Lo que nosotros tuvimos hasta comienzos de 2003 fue un largo período de precios muy bajos del cobre. Y a la vez esos años venían desde fines de los años 70 y también en los 80, hasta 2003. Es decir, por más de veinte años la minería había tenido un ciclo largo de precios bajos, con algunos puntos de precios muy bajos, como en la década de los 80 y también a fines de los 90. Eso llevó a que el stock de proyectos mineros haya sido muy bajo. Pero Chile tuvo un rezago de proyectos mineros entre los 70 y 80 por la realidad política, hasta que en los 90 se dieron una serie de factores muy positivos para que nuestro país se convirtiera en la base de la inversión en cobre en el mundo, lo que situó al país como primer productor mundial. Chile fue muy protagónico en la inversión minera mundial en los 90, a pesar de los precios bajos. Ello llevó a que la industria hiciera estos proyectos con los precios bajos incorporados, y por tanto tenían una utilidad bastante marginal. Entre 2003-2004 y parte de 2005, la industria se repuso de un período en que habíamos trabajado en condiciones bastante ajustadas, estrujando al máximo los activos. Entonces hubo que recuperar líneas de producción; estábamos muy atrasados en la reposición de equipos. Hasta 2005 hubo un período de recuperación que permitió a las mineras tener utilidades que hasta ese minuto no habían ganado.

¿De allí partió a dinamizarse la actividad?

-En 2005 además se dio otro fenómeno, que fue el incremento del precio del molibdeno. Con todos esos elementos, la industria nacional se empezó a preparar y las empresas a renovar sus portafolios de proyectos y a tratar de poner más cobre en el mercado. Eso generó un incentivo para que el costo de los proyectos se disparara, porque había que inscribirse en una larga lista de entrega. Eso obligó a generar alianzas estratégicas con los grandes proveedores mundiales. Hubo gastos, coincidió con la demanda de infraestructura de China y de otros países que demandaron muchos bienes de capital que hicieron que los precios de los productos y servicios de ingeniería se encarecieron en el mundo. Las mineras tuvieron que empezar a ponerse al día, generando una alta demanda por equipos que encareció mucho los proyectos.

Esto no es baladí, no es irrelevante para la minería. Esta industria, a diferencia de otros sectores, siempre tiene que estar haciendo proyectos. Pero en el tiempo va disminuyendo la ley, y si queremos mantener la misma producción tenemos que seguir creciendo.

¿Ve algún otro legado positivo?

-Es muy importante lo que ha ocurrido con las exploraciones. Producto de esta situación, en estos últimos diez años se reactivó muy fuerte la actividad de exploración por cobre en el mundo. En Chile pasamos de unos US$100 millones al año en gasto en exploración a casi US$1.000 millones hoy. Eso llevó a que en los últimos años la industria tuviese que pagar altos costos por sondajes, estudios y otros servicios, pues no había máquinas suficientes. Es una actividad de alto riesgo y alto capital y es muy bueno que el país haya recibido esta dosis. Aunque los proyectos después no se desarrollen, el mayor conocimiento sobre el territorio es un legado para el futuro. Prueba de ello es que grandes proyectos que se desarrollaron en los últimos años habían sido descubiertos en los 70 y 80, pero entonces no se pudieron materializar.

¿Está preparada la minería chilena para un posible fin del súper ciclo?

-Yo me atrevo a decir que ninguna empresa tomó decisiones de proyectos pensando en precios de US$4 por libra o US$3,5. Todos los proyectos que están entrando se decidieron cinco o seis años atrás, pensando en un precio del cobre de largo plazo cercano a los US$2,5, que era lo que se proyectaba entonces.

¿Qué otra conclusión le deja esta década?

-Los que somos de la generación previa al boom recordamos que entonces se administraba mucho pensando en el costos, porque durante 25 años llegar a US$1 por libra era casi una utopía. Eso significaba que nos preocupáramos de maximizar los procesos, lo que hacía la diferencia entre obtener ganancias o pérdidas. Ahora, durante el súper ciclo, aunque no haya sido explícita la directriz, era pasar a más tonelaje, aún cuando la recuperación fuera más baja, porque lo importante era generar más producción. Siento que parte del incremento de los costos se da por la obsesión que teníamos por aumentar producción.

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