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Internacional

Miércoles 26 de Junio de 2013.- Pasan los meses y parece que se nos escapa el final de esta angustiosa crisis, que nos arrastra desde hace más de cinco largos años. Hoy más que nunca, necesitamos ideas y planteamientos revitalizadores que nos ayuden a superar problemas de nuestro tejido industrial y empresarial que lastran nuestras posibilidades de creación de empleo y recuperación de la crisis.

Nos enfrentamos, qué duda cabe, a dificultades complejas, consecuencia de errores pasados que debemos afrontar con el ánimo constructivo de producir transformaciones profundas y sostenibles, que pongan en nuestras manos la posibilidad de retornar cuanto antes al crecimiento económico, la creación de empleo y la calidad de vida, malograda para tantas personas en nuestro país. Pero, en efecto, hace falta una visión auténticamente transformadora que ayude a que nuevos sectores industriales afloren en toda su magnitud.

La biomasa es una de esas oportunidades tractoras, preparada tecnológica e industrialmente para darnos soluciones a algunos problemas que, o no se han afrontado con decisión, o no se han encontrado las claves necesarias para superarlos. Me refiero, concretamente al caso del carbón nacional, problema de una tremenda complejidad económica, social y medioambiental, que podría resolverse con muchas menos ayudas públicas que las empleadas actualmente, creando más empleo y mejorando el entorno natural.

La energía renovable con biomasa presenta multitud de ventajas para el conjunto de la sociedad y para el sistema eléctrico: es una energía verde, basada en un recurso renovable, el árbol, que captura importantes cantidades de CO2, contribuyendo a la mitigación del cambio climático; es una energía que requiere mano de obra intensiva en las zonas de ubicación de las plantas de generación, por lo que beneficia a las comarcas aledañas, ya que contribuye a fijar la población en zonas rurales; es una energía que requiere plantas pequeñas -de entre 20 y 50 MW-, energía que se consume cerca del punto de generación, por lo que hay menores pérdidas en el sistema; es una energía firme, programable y gestionable que, a diferencia del resto de las renovables, produce sin descanso, de día y de noche, 8.000 horas al año.

En medio de esta crisis sin precedentes y del intenso debate sobre la reforma del sector eléctrico, se está cuestionando el futuro de las cuencas mineras del carbón. La extracción del carbón contó en nuestro país en 2011 con unas ayudas públicas por todos los conceptos, superior a los 1.070 millones de euros, con el objetivo, entre otros, de atenuar la pérdida de puestos de trabajo fomentando la creación de empleo alternativo al carbón mediante el apoyo a proyectos generadores de empleo. De esta forma se busca propiciar la transición de las comarcas mineras hacia el desarrollo de actividades económicas de mayor valor añadido. La generación de energía con biomasa responde perfectamente a estas metas de transformación y de creación de empleo, con recursos autóctonos que cuidan nuestro medio ambiente.

En un contexto en el que Europa exige para 2018 el fin de las ayudas públicas al carbón nacional no competitivo, y en el que la directiva europea de Grandes Instalaciones de Combustión podría implicar la clausura de entre 8.000 y 9.000 MW de potencia con carbón y fuel-gas a partir de 2016, llega el momento de adoptar una solución de una vez por todas.

El Gobierno, que analiza alternativas lógicas y viables para las cuencas mineras, debería contemplar, en consecuencia, la posibilidad de convertir esas cuencas mineras en corredores verdes de biomasa, destinando de forma progresiva a esta nueva tecnología, totalmente renovable, una parte reducida de los recursos concedidos en la actualidad al carbón nacional.

Las cuencas mineras españolas, que empleaban en 2012 a unos 5.000 trabajadores, incluyendo subcontratas, cuentan con un enorme potencial para el cultivo, el cuidado y la cosecha de biomasa, así como para la construcción de plantas de producción de energía con biomasa en esas zonas. La reasignación de parte de los recursos que el Estado destina al carbón nacional hacia la generación de energía con biomasa en esas mismas comarcas, podría crear más de 13.000 puestos de trabajo productivos y estables, una cantidad sensiblemente superior a la mencionada cifra de empleo actual del sector, lo que ayudaría, adicionalmente, a evitar el desarraigo y el abandono de la población.

Además, estaríamos transformando empleo bajo tierra y penoso por empleo en la superficie, cuidando nuestro medio ambiente, sostenible y rural. Una solución, en mi opinión, idónea para un problema que tantos quebraderos de cabeza ha dado a nuestros gobernantes y que España debe resolver con urgencia. La energía con biomasa aparece, en definitiva, como una solución viable, renovable y sostenible para el futuro de las cuencas mineras.

Eleconomista.es

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