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Chile

Lunes 31 de Diciembre de 2012.- La noticia decía simplemente así  “Compañía (BHP Billiton) ofreció $ 18 millones más préstamo por $ 4 millones, Trabajadores rechazan propuesta de Escondida en negociación”. En otro acápite se informaba que, “$19,8 millones aceptaron los trabajadores de Chuquicamata tras su reciente negociación colectiva con Codelco”

Reflexionando sobre esa noticia, me vino a la memoria una antigua anécdota. Con ocasión de una reunión cena, donde estarían presentes conocidos líderes de la política chilena de la época, asistí dentro de un protocolo informal propio de todos quienes se conocen con anterioridad, con excepción de quien les escribe, que en esos años era un joven interesado en los temas públicos y emocionado como todo joven de poder ver  figuras tan importantes del quehacer nacional. Por razones de la misma informalidad, me ubicaron en una larga mesa, donde  a escasas 4 o 5 sillas a la izquierda, al frente mío, se ubicó Don Bernardo Leighton G, muy aplaudido por todos los asistentes.

Después de las conversaciones habituales, se sirvió la cena,  los garzones traían los platos y los distribuían en las mesas y al parecer ellos si tenían un cierto protocolo que era atender  primero  a los líderes y a quienes los rodeaban y por cierto, dentro de ellos a Don Bernardo. Recuerdo que yo sonreía levemente mientras observaba con cierta preocupación de joven inexperto  en ése tipo de eventos, que era uno de los pocos al cual aún no me servían la cena, mientras seguían pasando los garzones.

Fue en uno de esos momentos en que se produjo el instante mágico para mí. Vi que Don Bernardo se levantó de su asiento, tomó su plato,  dijo algo como “disculpen o permiso”, caminó un par de pasos y se detuvo frente a mí, al otro lado de la mesa y me pasó su plato servido. Yo sorprendido dije, no, sírvase Ud., pero él y su grandioso espíritu de desprendimiento utilizó una frase que no he olvidado,   ajena a cualquier uso o connotación política que pudiera dársele a su acción, cuando dijo, “yo a mi edad, de lo mucho poco, de lo poco menos, por favor sírvete”.  Desde ése momento, los que estaban alrededor  pareciera  que hubieran descubierto  mi presencia y me transformé en un verdadero invitado.

¿Qué tiene que ver esta vieja anécdota y  el primer párrafo de los mineros insatisfechos con los $ 18 o  $ 21 millones del bono que les ofrecen como trabajadores  del cobre?  Bueno, es lo que quiero explicarles.

En  algún momento en diferentes circunstancias  o  en alguna en particular de nuestra existencia  nos  hemos preguntado sobre ¿cuál es la forma correcta de actuar y por qué?  Si no me equivoco, fue Nietzsche quien postulaba que las normas morales no son otra cosa que la expresión de la voluntad de poder de los hombres. No existe una guía impersonal para la acción del hombre, cada uno decide quién quiere ser.

Pero también están las teorías de la satisfacción o consecuencialistas, donde lo  importante es la cantidad de beneficios como satisfacción de deseos.  Sean cuales sean los valores que adopte un individuo o institución lo importante es su trascendencia, se los respeta en tanto cumplen esa finalidad.  La libertad tiene valor en tanto logra el resultado buscado (el desarrollo pleno del hombre), pero si  el resultado no es el esperado, la libertad deja de tener valor. Importa el resultado, de este modo las consecuencias definen al valor o dan sentido al valor.

¿Cuál es el valor correcto de los  bonos y otras regalías, $ 25, $ 30 o $ 40 millones de pesos? Veamos si podemos responder a esa pregunta desde la ética, que es cualquier reflexión crítica y seria para concluir acerca de si determinada norma es válida, como el caso de los bonos millonarios de los trabajadores del cobre. ¿Se puede considerar la exigencia de los trabajadores del cobre (pedir bonos más altos), una norma que se pueda convertir  en una norma universal para el resto de los chilenos?, no, por supuesto que no.

Sócrates concibe la moral como un saber. De la misma forma que quien sabe de carpintería es carpintero y el que sabe de medicina es médico, sólo el que sabe qué es la justicia, es justo. Es decir, el ejercicio teórico de la razón en el conocimiento de la naturaleza y en la conducta prudente, es lo que  caracteriza  la elección del término medio entre dos extremos, el exceso y el defecto, para no caer en el hedonismo, que representa toda forma que identifica el placer con el bien y que concibe la felicidad en el marco de una vida placentera.

¿Solo las empresas mineras, que eluden pagar impuestos al fisco chileno,  deben sufrir cuestionamientos éticos, cuando millones de chilenos son afectados? No, por supuesto que no. De la misma forma que somos muy críticos de la ética de los ejecutivos de las empresas del cobre  o de los políticos cuando suben  más sus ya millonarias remuneraciones, también podemos criticar a un selecto grupo de trabajadores del cobre y sus millonarias demandan de bonos y regalías, cuando dicho mayor gasto disminuya las utilidades, que de otro modo deberían ingresar al fisco, para que  millones de chilenos  que apenas ganan $ 150 o $ 200 mil pesos, puedan ser atendidos en los servicios públicos. Si las remuneraciones del cobre escalaran al cielo, no habría financiamiento del gasto social, pero unos pocos podrían comprarse autos lujosos, casas más elegantes a costa del  cobre que es de todos.

Los costos mineros subieron a nivel mundial 16% el año pasado. En Chile, calcula un organismo especializado,  aumentaron 24%. ¿Y qué sucede si no les pagan los bonos que piden?  Paralizan los minerales con pérdidas millonarias en dólares.  ¿Pueden hacer eso el resto de los chilenos?  No, no pueden, por lo tanto tampoco no es una norma que pueda generalizarse o de bien común aceptada.

Los trabajadores del cobre saben que los niveles de las remuneraciones del cobre son únicas y exclusivas en Chile. Ellos saben que una gran cantidad de trabajadores, igual que ellos,  ganan una miseria. Por supuesto que lo saben, por lo tanto están capacitados para distinguir entre lo que es justo de lo injusto, y dentro del contexto de privilegio en que viven, poder definir si es ético o moral presionar para exigir más dinero,  de lo contrario paralizan las faenas. Ellos saben y están consientes que se aumenta el daño para el resto de los trabajadores, por lo tanto, tienen la capacidad para distinguir el bien del mal, y si no les importa el daño que se ocasiona, se vuelven tan voraces como los empresarios o las transnacionales, que han llegado a alentar en el pasado golpes de estado para conseguir acaparar toda la riqueza.

Cuando cité la anécdota de Don Bernardo Leighton G. fue para dar un pequeño testimonio personal de un hombre de una talla moral extraordinaria increíble. Era un hombre que valoraba al más humilde. Lo dio todo por la gente, fue exiliado en 1974.  Era temido por Pinochet a tal punto que la firmeza de sus conceptos, principios, valores humanos y genuina vocación pública, motivó el atentado criminal del 5 de Octubre de 1975 que lo dejó casi muerto a él y a su esposa en Roma. Como abogado atendía a todo el que le pidiera ayuda y casi nunca cobraba nada. De regreso al país, varios años después del atentado y con severos daños físicos, los amigos más cercanos a él debieron juntar dinero para habilitarle un lugar donde pasar sus últimos días, porque de tanto darlo todo, incluida la herencia que recibió de sus padres,  se quedó sin casa y rindió prácticamente su vida por ayudar a sus semejantes.

Imposible no recordar a hombres de la talla de Don Bernardo Leighton de una ética y moral a toda prueba, en contraste con las privilegiadas rentas y las exigencias de más dinero de unos pocos, sin importarles que más dinero para ellos, será menos dinero para otros chilenos que viven en la pobreza.

La economía neo liberal y el consumismo nos están afectando a tal punto que ya golpea a los trabajadores, aumentando el envilecimiento como nación, al punto que ya no somos capaces de distinguir entre lo justo y necesario de la avaricia, para hacer lo mismo que con tanta fuerza se le reprocha a las transnacionales, querer llevárselo todo y no dejar nada. por Mario Briones R. (Chile)

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