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Chile

Los ambientalistas cumplieron un rol al advertir la mala gestión de Pascua Lama, pero se debe evitar caer en la exageración, extrapolando esta situación puntual al resto de la minería.

Miércoles 15 de Mayo de 2013.- PASCUA Lama es probablemente el proyecto minero más polémico en la historia de Chile. Su explotación, justo en la frontera entre Argentina y nuestro país, requirió el amparo del primer tratado minero binacional del mundo.

Como uno de los proyectos de oro más grandes del planeta y ubicado a una gran altura -en el rango de los cinco mil metros sobre el nivel del mar-, este proyecto ha sido sujeto del intenso señalamiento de movimientos ambientalistas, al punto de levantar en la agenda pública el tema del cuidado de los glaciares, que hasta la fecha no eran considerados materia de protección.

Muchas ONG que no tenían mayor presencia en Chile lograron articularse y generar vínculos con otras organizaciones en el país gracias a la acción contra Pascua Lama. Con argumentos serios, pero también con mitos y falacias, se construyó una imagen negativa del proyecto.

Ante toda esta evidencia, se hubiera esperado que este proyecto fuera conducido de la manera más impecable posible, pero paradojalmente ocurrió lo contrario. La gestión del proyecto fue excepcionalmente negativa, al punto que su presupuesto de inversión se elevó sin control hasta los    US$ 8.500 millones, y obligó a la institucionalidad minera (Sernageomin) y ambiental (Superintendencia), a aplicar severas sanciones, que incluso arriesgan su viabilidad.

La compañía reaccionó descabezando completamente la administración del proyecto, reemplazándola con ejecutivos del más alto nivel y prestigio dentro de la industria minera, quienes están llevando adelante una estrategia de apertura y transparencia que busca solucionar los problemas generados en la etapa anterior. Afortunadamente, la nueva administración cuenta con todas las capacidades para enrielar la situación.

Son muchas las lecciones que pueden obtenerse de este caso. En primer lugar, una vez más ha quedado en evidencia que las malas prácticas tarde o temprano fracasan. No hacer bien las cosas es insostenible e irresponsable, más aún en actividades de largo plazo como la minería, y en momentos en que el escrutinio público es fundamental. En segundo lugar, las instituciones funcionaron al detectar este problema, pero probablemente necesitan fortalecerse para que las desviaciones e inconvenientes se detengan en etapas más tempranas.

Lo lamentable, en este caso, es que la mala gestión anterior en Pascua Lama puede enlodar la reputación del resto de la industria minera, que se distingue por la aplicación de vanguardia de buenas prácticas ambientales, siendo en muchos aspectos líder en este ámbito. Lo anterior es un ejemplo de la necesidad de fortalecer los esfuerzos de autorregulación en la industria minera.

Los movimientos ambientalistas cumplieron un rol al advertir la mala gestión de Pascua Lama, pero se debe evitar caer en la simplificación y la exageración, extrapolando gratuitamente esta situación puntual al resto de la minería como ha comenzado a suceder con el señalamiento al Proyecto Expansión Andina 244, por ejemplo. La excepción no hace a la regla. La minería y el desarrollo sustentable son completamente compatibles a través de una gestión responsable.

LTOL

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