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Bolivia

Lunes 13 de Mayo de 2013.- La nacionalización de la minería de manos de las empresas transnacionales, fue uno de los estandartes del actual Gobierno, dentro de su planificación y su visión de que los recursos naturales no renovables deberían beneficiar al pueblo boliviano y no a unos cuantos inversionistas que se llevaban la mayor parte de las utilidades, dejando poco en el erario nacional y a los departamentos y municipios en los que existen los yacimientos.

Cuando se produjo ese fenómeno en Huanuni, no sólo fue un problema con las empresas, sino con los cooperativistas mineros incluso, con un saldo de varias víctimas, pero se impuso la reversión a favor del Estado, dando un pie a la Corporación Minera de Bolivia, para que realmente tenga un sólido cimiento para su renacimiento y crecimiento y para su accionar en la explotación de los recursos naturales en las reservas fiscales que tiene, que son, indudablemente, las más grandes, en detrimento de la actividad privada y de la cooperativista.

Huanuni fue, contra viento y marea, pero en la expectativa de ganancias, ese rubro no fue considerado, sino que, más bien se prefirió la contratación de trabajadores mineros, con una planilla demasiado alta, con un número crecido, más de 4.500, en un yacimiento en el que tranquilamente podrían abastecer unos 700 trabajadores, con la misma productividad, pero con mayores perspectivas de rentabilidad.

Por los últimos acontecimientos no enteramos que los salarios que perciben los trabajadores sindicalizados son más altos que los que gana el jefe de Estado, unos 227 aproximadamente, mientras que otros llegan a salarios que alcanzan hasta los 50.000 bolivianos, asegurándose que nadie gana menos de 7.000, a lo que se debe agregar bonos de diferente índole, especialmente de producción.
Es decir Huanuni, seguramente ocurre lo mismo con Colquiri, en este momento no constituye, de ninguna manera, una respuesta positiva a la nacionalización y a las expectativas gubernamentales, sino que se ha constituido en un "elefante blanco", al que se debe alimentar con dinero del Tesoro de la Nación, al paso que va y con la baja de las cotizaciones en el mercado internacional.

Lo único que se ha conseguido es contar con un alto número de trabajadores sindicalizados, que hicieron renacer la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, y que actualmente contribuyen, con ahinco y perseverancia al paro y a la huelga, a una mayor pérdida en ese yacimiento, ya que si bien no se trabaja, los salarios siguen corriendo mientras que no existe ningún ingreso para pagarlos, asegurándose que las pérdidas, en seis días de inactividad, se calcula en tres millones de dólares.

Vemos que el sindicalismo es consecuente con la práctica de alianzas con los gobiernos que tienen afinidad con su línea, como sucedió con el oficialismo, pero a la hora de la verdad actúa como lo hizo con el Dr. Hernán Siles Zuazo, que en alianza con el partido comunista y el mirismo de la época, lograron acortar el período presidencial y precipitar al país a una hiperinflación que dañó a la economía nacional y ciudadana en forma desastrosa.

Con este ejemplo, se exige que continúen las nacionalizaciones, para que las empresas estatales absorban mayor número de mano de obra que se incorporará a ese sindicalismo que lo vemos negativo, pero que nuevamente crecerá para tener el poder que tuvo otrora, pero no en beneficio de las mayorías nacionales, sino de unos pocos, entre los que se cuentan dirigentes en eterna comisión, que planifican quizá la "toma del poder para los obreros", dentro de esa filosofía ya obsoleta pero que está siendo utilizada para bloquear al país.

Por otro lado, se encuentra el cooperativismo minero, el que con sus propios esfuerzos emprende el trabajo minero, arriesgándose ante la fluctuación de las cotizaciones en el mercado internacional, pero contribuyendo con el pago de regalías. No hay sueldos ni bonos, todos reciben por igual lo que se produce y todos se responsabilizan por las pérdidas. Un día de paro o de manifestación, es una pérdida para ellos.

Con todo el derecho que tienen los trabajadores obreros, creemos que esos derechos no pueden asumirse a costa de los bolivianos, cuando millones de ellos no cuentan con los suficientes aportes para percibir un ingreso digno por su jubilación o, simplemente no se acogen a ese beneficio, mientras que unos cuantos pretenden tener ingresos por encima de los 8.000 bolivianos.

El sindicalista no sólo debe buscar beneficio para ese sector, sino que debe tener la visión de conjunto, del pueblo boliviano, buscando que la riqueza se reparta de manera equitativa entre todos.

Jornadanet.com

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