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Chile

Jueves 19 de Junio de 2014.- Puede que sean las regiones más remotas de Chile, pero el desierto del norte y la estepa del sur encierran la clave para cambiar la matriz energética de un país que cada vez demanda más electricidad.

El árido norte chileno bañado por un inclemente sol y la ventosa Patagonia salpicada de volcanes son ideales para el plan de la presidenta Michelle Bachelet de generar con fuentes solares, eólicas o geotérmicas la quinta parte de la capacidad eléctrica del país para el 2025.

Sobre todo cuando Chile busca reducir la dependencia de los hidrocarburos para suministrar la electricidad que necesitan las empresas mineras, y se enfrenta al rechazo de ambientalistas y comunidades a grandes proyectos hidráulicos y termoeléctricos.

El desierto de Atacama, 105.000 kilómetros cuadrados de yermo terreno que recibe unas 3.000 horas de sol al año, parece ser el lugar perfecto para empezar.

Y las empresas privadas ya han tomado la iniciativa.

La minera local CAP inauguró este mes la mayor planta solar de Latinoamérica, una mancha azul en el paisaje ocre de Atacama con una superficie equivalente a 200 canchas de fútbol, que se espera genere energía como para atender casi todas las necesidades de una mina de mineral de hierro.

"Aquí teníamos que tomar la decisión de abrir la mina o no, o abrirla con electricidad a carbón en 20 años más", dijo el presidente de CAP, Roberto de Andraca, al inaugurar la planta que sacará provecho del cielo límpido de la poco poblada región.


CAP no está sola.

La minera estatal Codelco, la mayor productora mundial de cobre, y otros grandes jugadores como Collahuasi -una asociación de GlencoreXstrata con Anglo American- están apostando a proyectos de energías alternativas en varias partes del país para que sus operaciones cuenten con la electricidad necesaria.

Aunque las empresas no han tenido problemas de escasez de energía, se calcula que la demanda se disparará en los próximos años tanto por la entrada en funcionamiento de nuevos proyectos como por la ampliación de otros.

Hasta ahora, las empresas han desarrollado por su cuenta las fuentes alternativas de energía sin un apoyo directo del Estado, a diferencia de otros países como España.

Las leyes chilenas obligan a las generadoras de electricidad a que un 5 por ciento de su producción provenga de fuentes renovables "no convencionales", una categoría que excluye a las iniciativas hidroeléctricas de embalse.

Pero muchas veces esto se traspasa a los clientes finales como las mineras, que licitan suministros de estas energía para cumplir la normativa.


CUESTION DE COSTOS

Chile importa casi el total de los combustibles que consume y eso afecta la estructura de costos de las empresas. Para empeorar las cosas, proyectos de generación gigantescos como la rechazada hidroeléctrica HidroAysén están retrasados o fueron bloqueados.

Por eso el sector privado reclama soluciones rápidas.

"Somos un país dependiente de la inestabilidad y volatilidad de los precios en los mercados internacionales y las restricciones de abastecimiento", dijo Bachelet en su reciente cuenta anual ante el Congreso.

Para dar impulso a su idea, la presidenta lanzó en mayo un plan que busca promover la generación con fuentes alternativas.

El proyecto busca "la expansión de los sistemas de transmisión, mejorar la competencia, dar flexibilidad a la operación de los sistemas eléctricos y con la tramitación de permisos, entre otras", según el texto, que no abunda en detalles.

Esto reduciría burocracia en permisos y permitiría acceder a contratos.

A la hora de hacer números, el sistema chileno tiene una capacidad instalada de unos 18.000 gigavatios, a los que tendrían que sumarse más de 6.200 para el 2025 para cubrir la demanda, según cálculos oficiales.

La naturaleza puede ser parte de la respuesta en Chile, una delgada y larga franca de territorio que llega hasta el extremo austral del mundo.

Como ejemplo, el sur chileno tiene una activa presencia de volcanes para impulsar la geotermia, mientras la Patagonia es rica en caudalosos ríos de origen glaciar, aunque con un movimiento ambientalista muy fuerte.

Si el Gobierno logra cumplir con su meta de generar el 20 por ciento de electricidad con fuentes alternativas, se acercaría a Brasil, uno de los líderes mundiales en biocombustible. Y superaría a México, que busca generar para el 2024 un 34 por ciento con recursos renovables, incluyendo hidroelectricidad convencional.

La hidroelectricidad de embalse representó el año pasado un 32 por ciento de la matriz chilena.


UN CAMINO SINUOSO

No solo el paisaje de las regiones más remotas de Chile está cambiando con el impulso a las energías renovables no convencionales, que incluyen hidráulicas de pasada y mareomotrices en un país con una costa de 6.400 kilómetros.

En la salida de la céntrica ciudad costera de La Serena pueden verse aspas de viento que marcan el inicio de la ruta al desierto.

Pero todavía falta mucho para dejar atrás la generación térmica de energía -dominada por el contaminante y barato carbón- que representa alrededor de un 87 por ciento del abastecimiento en la red norte que atiende a las principales minas de cobre de Chile.

El avance de las energías renovables ha sido históricamente desafiado por los altos costos exploratorios, las dificultades logísticas, la dependencia de factores ambientales cambiantes, y la cautela por el limitado potencial de generación de cada proyecto en comparación a las fuentes tradicionales.

Es difícil medir los costos de producción de los proyectos no convencionales porque aún iniciativas similares pueden tener rentabilidades muy distintas. Pero algunos ya empiezan a competir con los altos precios de fuentes térmicas como el gas natural, que puede costar más de 100 dólares el megavatio/hora.

Jugadores del sector aseguran que las condiciones para conseguir financiamiento sustentable son cada vez mejores, algo que sumado al avance tecnológico ayuda a reducir costos.

"La bajada de costos ha sido muy fuerte en nuestra industria. Igual que en Chile somos ya bastante competitivos, en otras partes de Latinoamérica empezaremos a serlo también", dijo a Reuters Carlos Barrera, vicepresidente para América Latina de SunEdison, que construyó la planta para CAP.


No todos son tan optimistas.

Para el encargado del polémico HidroAysén, un proyecto de 2.750 megavatios con cinco represas en la Patagonia, tendría que sembrarse todo el desierto de paneles solares o aerogeneradores a fin de lograr la potencia de plantas hidráulicas o térmicas.


LENTO DESARROLLO

Hasta mayo había proyectos no convencionales con aprobación ambiental equivalentes a 11.000 megavatios y otros que representan 5.571 en estudio. Hasta ahora hay sólo 1.589 megavatios en operación y 875 en construcción.

El presidente de la Asociación Chilena de Energías Renovables, Carlos Finat, explicó a Reuters que en el sistema de evaluación solamente se verifica la viabilidad ambiental.

"Pero hay una serie de etapas que siguen a continuación que son bastante más relevantes", comentó al enumerar otros requisitos importantes como permisos y la obtención de fuentes de financiamiento que pueden hacer más lento o hasta inviable el desarrollo de estos proyectos.

Por ejemplo, Finat dice que para las iniciativas de fuentes alternativas, como la geotermia, no existe la posibilidad de firmar contratos de largo plazo que permitirían cubrir más fácilmente los costos para concretar un proyecto.

Aunque la ola de protestas y demandas judiciales en Chile se ha enfocado contra proyectos de generación eléctrica como grandes represas y térmicas a carbón, tampoco hay garantía de que los proyectos más amigables con el medioambiente no enfrenten el rechazo de los pobladores.

Sin ir más lejos, un parque eólico en la isla sureña de Chiloé fue detenido por un tribunal debido a problemas en la consulta con las comunidades.

"Las energías renovables no convencionales gozan de una serie de ventajas que le permiten presentarse de mejor forma ante las comunidades", acotó Finat, aunque admitió que de todos modos el riesgo siempre está presente.

Reuters / Terra

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